Eso de mostrar el legado de la Expo debería habérsele ocurrido a alguien el 13 de ocubre de 1992, o cuando pasaron -sin pena ni gloria- 10 años; o a la oposición, porque el PP tuvo allí arte y parte durante 8, pero se le ha ocurrido a Pérez Saldaña y está bien porque es verdad que no existe percepción social del evento por antonomasia de la Historia contemporánea de Sevilla. Nadie, ni los de dentro ni los de fuera, ven la Cartuja como esa Nueva Sevilla que fue hace 16 años la ciudad más moderna de la Tierra y hoy un Parque Tenológico avanzado.
Mucho antes de que se inaugurara -conservo un adhesivo de la visita un sábado de 1989- se instaló en la banda de servicios una exposición con películas en 3-D y maquetas. Es necesario buscar un sitio como el Pabellón de Europa para poner ese museo pero mucho más urgente inventariar qué restos quedan, dónde se encuentran esas piezas u otras como el ingenio para subir el agua de Juanelo Turriano, o comenzar a preocuparse por las esculturas esparcidas por el recinto. En algún lugar del CAAC deben estar depositados los regalos que todos los países participantes hicieron en su día nacional; tuvieron por hada madrina a Amparo Rubiales que en su etapa de delegada del Gobierno los clasificó e hizo que quedaran en Sevilla. Nunca han sido expuestos pero son la prueba tangible de los meses en los que esta ciudad fue capital del mundo.
Antonio Zoido es escritor e historiador
