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El león se 'comió' al Sevilla FC

La de ayer pasará a los anales por ser una de las noches más negras del Sevilla en toda su historia. Además de tirar la ventaja del partido de ida, tiró el carácter de equipo campeón que muchos de sus jugadores aún le daban, hasta el punto de que fue literalmente devorado por el Athletic y su afición.

el 15 sep 2009 / 23:32 h.

La de ayer pasará a los anales por ser una de las noches más negras del Sevilla en toda su historia. Además de tirar la ventaja del partido de ida, tiró el carácter de equipo campeón que muchos de sus jugadores aún le daban, hasta el punto de que fue literalmente devorado por el Athletic y su afición.

Posiblemente, la próxima vez José María del Nido se pensará muy mucho sus palabras en vísperas de una cita como ésta. Su famosa frase -"Vamos a comernos al león, desde la melena hasta la cola"-, en el ánimo de asumir él solo la presión y motivar a los suyos, fue al final un enemigo para el Sevilla. Si San Mamés iba a rugir de por sí, más aún lo hizo a raíz de esas palabras, hasta el punto de que su clamor acabó pesando como una losa sobre el equipo. De todos modos, eso tan sólo fue un problema más; el principal fue la lamentable imagen ofrecida por los hombres de Manolo Jiménez en la primera parte: a los 36 minutos perdían por 3-0... y gracias, porque pudo haber encajado más goles. Toda la experiencia acumulada en citas como esta no sirvió de nada. Ayer, el Sevilla fue un auténtico pelele para el Athletic, cuyos jugadores, en cambio, fueron auténticos leones.

El principio del fin llegó pronto. Espoleado por el rugir de una afición que tiró del equipo en todo momento y no cesó de presionar al rival, el Athletic tardó sólo tres minutos en dar la vuelta a la eliminatoria. Y lo hizo como mejor sabe: a balón parado. En concreto, con un saque de banda donde nadie, en pleno corazón del área, es capaz de evitar que el balón llegue a Javi Martínez para que éste, en un doble remate, fusile a Palop. La increíble falta de tensión a la hora de defender por parte de todos fue el anuncio de lo que vendría más tarde. Mientras el equipo de Caparrós presionaba a muerte y jugaba tocando y sin nervios, el de Jiménez era un alma en pena, con grietas en todas sus zonas e inofensivo.

Lejos de conformarse con el tanto marcado, el Athletic buscó el segundo. Sus contragolpes pusieron en jaque al Sevilla una y otra vez, porque éste no fue capaz de frenar sus arreones y, sobre todo, porque sólo chutó una vez a puerta (Jesús Navas) en toda la primera parte. Sin fútbol ni ideas ni nivel defensivo para un partido como éste, el desplome fue cuestión de tiempo. Palop evitó el 2-0 ante Orbaiz tras hacerse éste con un rechace, pero no logró impedir que primero Llorente, cabeceando un centro a placer de Yeste, y luego Toquero, a pase del ariete, llevasen el delirio a las gradas con el 3-0 a los 36 minutos. Ver para crer la inaudita fragilidad del equipo menos goleado de la Liga. Para entonces, Luis Fabiano ya había sustituido a Fazio, pero, como Kanouté, ambos muy desasistidos siempre, sólo dejó intentos baldíos.

escasa reacción. El Sevilla, con Diego Capel sustituyendo al negado Adriano, tan negado como la mayoría de sus compañeros (Mosquera, Navarro, David Prieto, Fazio...), logró crear varias ocasiones de peligro. Renato, en una tijereta que toca Aitor Ocio y casi acaba en gol; Navas, que mandó fuera un balón en el segundo palo, y Squillaci, en otra subida tirando de orgullo, lograron asustar al Athletic. Pero todo se quedó en eso: sustos.

Es más, el Sevilla hasta pudo encajar algún gol más si los bilbaínos hubiesen tenido algo de acierto en alguno de sus contragolpes. Jiménez decidió mantener la zaga de cuatro hombres hasta el final pese al 3-0. Quizá porque el sonrojo, que ya era grande, podía ser todavía mayor. Ayer, el riesgo que corrió el técnico fue ninguno, y sus cambios poco pudieron hacer para levantar al equipo, herido de muerte en una primera parte para olvidar. Capel y Luis Fabiano, al igual que Romaric y Navas, buscaron la pelota, pero nunca dieron el nivel de otros días. El Sevilla nunca tuvo argumentos para alcanzar la final, donde estará, un cuarto de siglo después, el Athletic, ahora con Caparrós, quien dio un auténtico baño a su amigo Jiménez.

Sólo la Liga queda ya como esperanza de la afición nervionense, cabizbaja como pocas veces cuando abandonaba San Mamés. Mientras tanto, el club deberá replantearse si le vale este Sevilla de dos caras, tan capaz de brillar como de andar deambulando por el campo.

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