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El 'lucecita'

El inicial estratega económico de Zapatero con bombillas encendidas en la cabeza.

el 30 oct 2011 / 08:56 h.

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Créese el personaje que, con su seriedad, más seco él que una mojama, transmite una imagen personal de responsabilidad y eficacia, aunque a lo máximo que llega es a labrarse antipatía y a ser merecedor, y por derecho propio, del ingrato premio Secante de la Asociación de Periodistas de Información Económica, APIE, debido a su escasa colaboración con la prensa. Como al Mortadelo del cómic, y cual visual símil de estrambóticas ocurrencias, sobre su tiesa cabeza se enciende de vez en cuando una lucecita, ni luz siquiera, que parpadea o se funde.

Si viviera el humorista Miguel Gila, tendría que llamar al Ministerio de Industria, Turismo y Comercio para que se pusieran la industria, el turismo y el comercio. ¿Están ahí? Que se pongan. El turismo responde, dígame, lo hace por tradicional inercia y porque se beneficia de males ajenos, los del Norte de África, el comercio también lo hace, aquí estamos, con vozarrón el exterior pero con voz apagada el interior, y la industria, en especial la energética, ni contesta ni se sabe de ella.

Miguel Sebastián Gascón (nacido el día de Fátima de 1957) era un teórico, un economista, un analista, un profesor, un hombre que manejaba números y estadísticas y cocía previsiones y estrategias, al tiempo que criticaba la gestión de quienes gobernaban, esto último resultaba más fácil, ahora, en cambio, sufre cuán difícil es la práctica. Durante algo más de tres años dirigió el prestigioso Servicio de Estudios del BBVA hasta principios de 2003, cuando, sin eufemismos, lo echaron a la calle por arremeter contra la política económica de Rodrigo Rato, del Gobierno de José María Aznar.

Proclamaba su independencia y, por extensión, la de sus informes, pero los populares lo tildaban de rojo, pues trabajó previamente con el ministro socialista Carlos Solchaga, unas sospechas que se confirmarían al fichar por el PSOE para elaborar su programa económico de cara a las elecciones generales de 2004, en tiempos en los que el candidato José Luis Rodríguez Zapataro necesitaba aún dos tardes para aprender de las cosas del dinero. Sería buen maestro, sí, pues ya en La Moncloa el presidente lo nombró su asesor económico y, a partir de entonces, eterno aspirante a ocupar cargos de relevancia en materia... económica. Su momento fue brillante. Cómo no, si acompañaba al boom de aquella época...

Pero he aquí que Zapatero, que no conseguía candidato para la Alcaldía madrileña con las suficientes tablas como para hacerle frente al popular Alberto Ruiz Gallardón, le dijo no José Bono, también le dijo no María Teresa Fernández de la Vega, saca a su guía espiritual de la retaguardia para, sin adiestramiento previo y con el enemigo en casa, esto es, en el propio partido de la capital y de la comunidad entera, situarlo en primera línea de la batalla política. ¿Y ése quién es? ¿Qué hace (San) Sebastián en Madrid?

El estratega cometió un gravísimo error, ya apuntaba maneras el lucecita. En un debate televisado, el aspirante a alcalde saca una fotografía de Monserrat Corulla, presunta testaferro del marbellí José Antonio Roca, implicado en el caso Malaya, trapos sucios y relaciones personales, qué relaciones tuvo usted con ella, por tres veces pregunta, por tres veces responde un indignado Ruiz Gallardón, hay que estar muy desesperado para entrar en mi vida, y vapulea al candidato socialista, tierra trágame. Tras el descalabro electoral, regresa a su facultad, clases de Economía.

Entra en la repesca de Zapatero, y con menuda nota, sobresaliente, no ministro de Economía, como se especulaba, sí de Industria, Turismo y Comercio, hablamos ya de 2008, pocos meses después de su retiro al magisterio. Y, desde allí, lucecitas encendidas y no exentas de polémica. Por lo pronto, acude al Congreso sin corbata, vaya falta de respeto al protocolo, se sabe por todos mirado, ahí sentado con su seriedad en el escaño, rechaza incluso la ofrecida por José Bono, dice que quiere dar ejemplo, hay que acudir al trabajo ligero de ropa para ahorrar energía, menos aire acondicionado, anda ya, como si la inmensa mayoría de los españoles acudiera al tajo con corbata. Concibe un plan para repartir bombillas de bajo consumo, una por hogar, acuda a Correos a por ella. Como intenta contentar a las eléctricas y, a la vez, a los consumidores, termina por armarse un lío con el precio de la luz, sin subida ahora, fuertes subidas más tarde, no va a subir y al final sube, qué más da, sentenció una vez, si la subida es poco más que el dinero para un café, y venga a crecer y crecer el déficit de tarifa. Y, para rematar, somete a los empresarios de energías renovables al continuo vaivén en la legislación sobre las primas, ahora te pongo, ahora te quito.

Por lo demás, un ministro sin chicha ni limonada. Un extenso currículum académico (es licenciado en Ciencias Económicas por la Complutense y doctor en Economía por la Universidad de Minnesota) y profesional. Trabajador incansable, leal y, quién lo diría, bromista en su vida personal. Apaguen la luz.

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