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El mal de amores

La Enfermedad del Amor, el Mal de Amores, existe. La moderna Psiquiatría admite que una de las claves para comprender al hombre es el impulso amoroso, el anhelo profundo y la necesidad imperiosa que siente el ser humano de amar y ser amado...

el 16 sep 2009 / 05:34 h.

La Enfermedad del Amor, el Mal de Amores, existe. La moderna Psiquiatría admite que una de las claves para comprender al hombre es el impulso amoroso, el anhelo profundo y la necesidad imperiosa que siente el ser humano de amar y ser amado. Y ello, en todas las edades y en todos los tiempos. La Enfermedad del Amor es un tema recurrente que aflora constantemente en la expresión literaria desde la Antigüedad Clásica hasta nuestros días. Los impulsos del corazón del hombre son siempre los mismos.

Ovidio abordó el tema en su "Ars Amandi", en sus "Remedia Amoris" y en su conocida "Metamorfosis". En labios de Apolo pondrá esta frase: "!Ay de mí, que el amor no se cura con hierba alguna¡" A su vez, cuando el protagonista de "Tirant lo Blanc", la obra de Joanot Martorell, conoce a Carmesina, se ve obligado a guardar cama -naturalmente solo- aquejado por unas fiebres después de haber contemplado embelesado a la bella princesa. Y en "La Celestina" de Fernando de Rojas, Calixto manifiesta que la "melancolía" (una de las expresiones clásicas para denominar el Mal de Amores) se ha apoderado de su espíritu y de su cerebro. Y hasta obras cumbres de la Literatura de nuestros días, como la espléndida novela "El amor en los tiempos del cólera" de Gabriel García Márquez, abordan magistralmente el tema del sufrimiento como algo consustancial a la lucha por la consecución del ser amado. Esta patología ocupó la atención de sesudos galenos del periodo bajomedieval y renacentista, describiendo síntomas que hoy pueden ser claramente asociados con la depresión.

Hay cientos de citas sobre el tema. El refranero español dirá aquello de "mucho amor, mucho dolor". Quevedo, el gran poeta del Amor, expresará en una ocasión que "de la prisión iré al sepulcro amando/ y siempre en el sepulcro estaré ardiendo". Y ese "penar dichoso" de Quevedo se manifestará de mil y una formas en la expresión musical de nuestro siglo. Por ejemplo, en la copla andaluza o en el auténtico Cante Jondo, que a veces nos ofrece joyas como ésta: "Todas las mañanas voy/ a preguntarle al romero/ si el mal de amor tiene cura/ porque yo me estoy muriendo".

Y cómo no hablar del Bolero, el canto de amor de todo un continente. En "Somos", de Mario Clavell, el alma llora: "Somos un sueño imposible que busca la noche. Somos dos seres en uno que amando se mueren? Somos dos gotas de llanto en una canción". Y esta fusión de amor y llanto se expresa en el inmortal "Toda una vida", de Osvaldo Farrés: "Toda una vida estaría contigo; no me importa en qué forma, ni dónde, ni cómo, pero junto a tí. No me cansaría de decirte siempre, pero siempre siempre, que eres en mi vida ansiedad, angustia y desesperación". La ansiedad, en efecto, es la patología anímica más frecuente en el alma enamorada. Porque para amar hay que sufrir. ¿Es casualidad que "Ansiedad", del venezolano Chelique Sarabia, sea el título de una de las obras más celebradas dentro de la historia del bolero?

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