El presidente bético Miguel Guillén. Me llama un compañero de Barcelona solicitando información para un reportaje sobre la actual situación del Betis. "Daría para un serial", le advierto. "¿Por dónde quieres empezar? ¿Por lo institucional, lo deportivo, lo social, lo jurídico...?". Ciertamente complicada la situación que atraviesa el club verdiblanco, y con visos de complicarse aún más, en todos los sentidos, conforme vayan transcurriendo las jornadas. El equipo, para salvarse del descenso, necesitaría una proeza en los 15 últimos partidos, en los que debería de sumar una cantidad de puntos tal que, en las últimas décadas, solo fue capaz de anotarse en las mejores rachas con Serra Ferrer (1997 y 2005), Luis Aragonés (1998), Paco Chaparro (2008) o el mismo Pepe Mel (arranque de la 2012/13), cuyos mejores números -26 puntos en 15 partidos, los mismos que fue capaz de sumar Chaparro- permitirían al actual Betis llegar a los 40 que aún podrían valer la salvación. Pero tras ver cómo el equipo es humillado, un partido sí y otro también, ya sea con Mel, con Garrido o con Calderón, son muy pocos los que confían en el milagro de la salvación. Tienen el cuerpo hecho al descenso y prefieren pensar en sentar las bases y empezar a programar la próxima temporada para que el paso por Segunda sea lo más efímero posible. Razones no les faltan. Pero la pregunta es ¿quién prepara ese tránsito? ¿Miguel Guillén y su consejo, que igual en un par de meses, en la próxima junta general, son desalojados? ¿El nuevo administrador judicial, Francisco Estepa, que de fútbol y Betis está pez? ¿Los miembros de las plataformas, que empiezan a ir cada una por su lado? ¿Manolo Castaño y Rufino, que juntan más de un 7% del accionariado? Descartados Lopera o Luis Oliver mientras se mantengan las cautelares, que parece que se mantienen varios meses más, la respuesta no tiene fácil solución. Más bien al contrario. Un auténtico maremágnun. No son pocas las voces que reclaman la marcha inmediata del actual consejo, cuyos miembros, superados por la situación, lo harían encantados. El problema estaría en el relevo, en los candidatos para comerse el marrón del descenso. No se divisan por lontananza, todo lo más la posibilidad de algunos cambios en el actual órgano de dirección y la posibilidad de ser reforzado con otros miembros. En la reunión del pasado viernes de la Liga de Juristas y Béticos por el Villamarín con Estepa -PNB decidió no acudir-, se le informó a éste de las posibilidades que contemplan los estatutos del club sobre el número de consejeros que pueden tener cabida en el consejo de administración. El anterior administrador judicial, José Antonio Bosch, decidió en su día reducir el número de consejeros a siete -el mínimo- para poder copar todos los puestos con su 51%, pues en ese caso es necesario un 14% de acciones para entrar, que nadie posee. Si se amplía el número de consejeros a 15, un paquete del 6,6% tendría derecho a representación en el consejo. Y entre Castaño y Rufino superan esa cantidad, pero ninguno está por la labor de subirse ahora al barco. Estepa, de todos modos es muy posible que también se reúna con ellos para recabar su versión sobre el asunto. Y es que, a la postre, deberá ser Estepa quien respalde al nuevo consejo, que tiene como tarea urgente la contratación de un director general y un director deportivo que ya está tanteando el propio Guillén y cuyo nombre sería ideal que estuviera consensuado con los próximos inquilinos del sillón presidencial. Aunque esa es buena porque en estos momentos nadie tiene ni la más remota idea de quién va a ser el ocupante del citado sillón. ¿Con quién debe, pues, Guillén consensuar? Estepa tiene mucho que decir mientras la jueza Alaya mantenga las medidas cautelares, que van ya para cuatro años, pues se dictaron en julio de 2010, con el equipo en Segunda y una deuda galopante que ya debe ir por la mitad, y cuya liquidación se vería reducida en cantidades, y aumentada en plazos, con un descenso a Segunda división.