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El mejor Cirineo del Señor de Sevilla

Tras ocho años plenos de dedicación, este abogado ha cerrado una brillante hoja de servicios como hermano mayor del Gran Poder.

el 25 nov 2012 / 18:57 h.

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Su mujer Belén y sus dos hijos, Enrique y Miguel, ya le han advertido que vaya olvidándose en casa de adueñarse del mando a distancia. Desde este viernes, Enrique Esquivias (Sevilla, 1961) está empezando a metabolizar ese salto al vacío que debe producir el traspasar, después de ocho intensos años de gobierno, la vara dorada de una hermandad con más de 10.000 hermanos en nómina, pero con la peculiaridad de contar además con centenares de miles de devotos repartidos por todo el mundo y que ven en San Lorenzo la representación del Dios vivo.

Encarnación sevillana de la sobriedad, hombre tremendamente mesurado y responsable, este enjuto abogado de firmes convicciones religiosas tomó el timón de la hermandad del Gran Poder en diciembre de 2004 después de lograr una verdadera heroicidad: blandiendo un mensaje aperturista logró desalojar de su despacho al hermano mayor que entonces optaba a la reelección. La suya fue la primera victoria de una candidatura alternativa en la historia reciente de la corporación de San Lorenzo.

Repasar su impecable y arriesgada hoja de servicios como máximo responsable de la hermandad en estos ocho años produce verdadero vértigo: la delicada y exitosa restauración del rostro del Gran Poder en 2006 para atajar su progresivo oscurecimiento; la remodelación de la Basílica con el fin de mejorar las condiciones de seguridad del camarín del Señor; la modificación de las Reglas de la hermandad con la histórica inclusión de las hermanas nazarenas; la respetuosa y acertada restauración de las andas procesionales del Nazareno; y más recientemente, la puesta en uso del nuevo órgano del templo, instrumento que contribuirá a solemnizar más si cabe los cultos al Señor. Y por si los méritos aún parecieran escasos a ojos de sus detractores (que haberlos haylos), también ha tenido que hacer frente al más desagradable de los agravios sufrido jamás por el Gran Poder en sus casi cuatro siglos de historia: la salvaje agresión de un perturbado a la imagen del Señor en junio de 2010, un penoso percance que este antiguo alumno de los Padres Blancos gestionó desde la más absoluta templanza y bandeó con cordura y discreción, sin hacer tormentas en vasos de agua, cuando algunos exaltados pretendían politizar el suceso.

Los que conocen a Quique aseguran que hace de la constancia la base de su éxito. Nunca ceja en el empeño hasta lograr lo que se propone. Dicen de él que es un hombre de disciplina espartana, capaz de dejar de fumar por una promesa y al que la vida -sangre de su sangre- le ha curtido en mil y una batallas de las que ha logrado salir airoso a base de tesón, firmeza y un inquebrantable espíritu de sacrificio.

Bajo su mandato Sevilla ha vuelto, sesenta años después, a ver cruzar al Gran Poder los fríos de la Madrugá revestido de una túnica bordada, y bajo su mandato también el Nazareno de Juan de Mesa se hizo más cercano que nunca a sus fieles y devotos en ese recordado exilio en el convento de Santa Rosalía de algo más de medio año en que el Gran Poder estuvo al cuidado de esa decena de religiosas, humildes servidoras de Dios, que aún viviendo en comunidad tras una celosía a pocos metros de San Lorenzo sólo conocían al Cisquero a través de fotos.

La vida también le tenía reservado a Esquivias un gran regalo, cuando el niño que emborronada de palotes el calendario del colegio para marcar la cuenta atrás de una nueva Semana Santa y que se recorría las tiendas de souvenirs de los alrededores de la Catedral para completar su colección de postales, aquéllas de las del escudito de oro, se doctoraba en las tablas del Maestranza el 25 de marzo de 2007 con un pregón de Semana Santa muy aplaudido, cuyo introito, sumamente emotivo, dedicó a las personas con algunas discapacidad sensorial para abrazar el universo entero de la Semana Santa. "...a los que nunca oirán las bambalinas de Gracia y Esperanza resonando contra las paredes blancas de Caballerizas...".

Vecino de Los Remedios, a Esquivias le gusta, siempre y cuando las obligaciones se lo permiten, escaparse a la peña sevillista Eindhoven para ver los partidos del equipo de sus amores, única debilidad que se le conoce más allá de su trabajo, su familia y la hermandad.

Después de sostener bien en alto durante ocho años el faro de la devoción que más alumbra a Sevilla, a Esquivias le llega ahora el descanso del guerrero. Deja su vara dorada para perderse en el anonimato del ruán que una noche al año hace eterno pasillo al Señor que todo lo puede.

Y aunque en estos ocho años admite que alguna vez ha padecido ese vértigo de la soledad del cargo de hermano mayor, nunca sintió tan de cerca al Señor como los años en que fue diputado de su Bolsa de Caridad, un tiempo en que Enrique Esquivias ayudó a cargar con la cruz más pesada al Nazareno de San Lorenzo.

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