Cultura

El mejor homenaje

Benavent, Di Geraldo y Jorge Pardo renuncian a la necrofilia para invocar a Paco de Lucía desde la alegría y la libertad, acompañados por una Carmen Linares que luchó como una loba.

el 24 sep 2014 / 22:44 h.

TAGS:

16179101Escenario: Teatro Central. Cante: Carmen Linares. Flauta y saxofón: Jorge Pardo. Bajo: Carles Benavent. Batería: Tino di Geraldo. Guitarra: Salvador Gutiérrez. Baile: Pepe Torres. Coros y palmas: Ana María González y Rosario Amador. Entrada: Lleno. Hace 15 años Jorge Pardo, Carles Benavent y Tino di Geraldo se encerraron dos noches en el teatro Central, experiencia que quedó registrada en el disco El concierto de Sevilla. El pasado martes volvieron al mismo escenario con una propuesta de base similar, vientos-bajo-batería, pero enriquecida con la voz de Carmen Linares y otros colaboradores puntuales. Permítanme que empiece por el final: público en pie, aplaudiendo prolongadamente por bulerías, tras hora y media larga de música. De música flamenca, de la mejor que ha podido oírse en esta Bienal, aunque escapen de los márgenes más estrictos de la ortodoxia para aventurarse por los predios de la improvisación jazzera. Después de dos décadas militando en el sexteto de Paco de Lucía, Pardo y Benavent han acabado siendo jondos sin remedio, como quien respira. Y qué decir de Di Geraldo, uno de los currículos más vastos del pop español, pero de una afición flamenca y un soniquete incuestionables. Entraron por los fandangos de Huelva de Ya no va mi niña, siguieron con esa Milonga del forastero que se estrenó hace justo ¡15 años –¡de todo hace ya 15 años!– en un homenaje a Borges en Sevilla, y llegaron pletóricos a esa bulería al golpe titulada Maid Marian... Hay que decirlo ya: estábamos asistiendo al mejor homenaje a Paco de cuantos se le han tributado en lo que va de certamen. Y no porque los guiños al monstruo fueran prodigándose hasta culminar en el himno Solo quiero caminar, no es eso. Es que todo el magisterio del de Algeciras, ese virtuosismo que nunca abjura del pellizco, esa creatividad juguetona con las armonías y los tiempos, ese arrojo que nunca pierde de vista las añejas guías del duende, todo estaba ahí, en vivo y en directo, en manos de gente que recibió esas lecciones en primera fila. Músicos que renuncian a la obscena necrofilia del flamenco, que tan a menudo pasea a sus muertos como muñecos y mastica sus nombres hasta la náusea. Ellos no. Ellos invocaron a Paco con la alegría y la libertad que se merecía el gigante. Carmen Linares, mientras, conjuraba a su querido Enrique Morente. Ya es casi un penoso lugar común decir que no está en su mejor momento, pero luchó como una loba, a veces forzando la voz y renunciando a su deliciosa elegancia, para traerse a los labios versos de Lorca y Juan Ramón. El repertorio fue a más con viejas y memorables melodías como las de ¡Viva Cai! o los tangos de De perdidos al río, que hicieron las delicias del respetable, ¡se perdona incluso que el trío siga sin ensayar, quince años después, para cerrar a una los temas! Un magnífico –aunque pelín repetitivo en algunos pasos– Pepe Torres al baile y un discreto Salvador Gutiérrez a la guitarra completaron los reclamos de un reconocimiento verdadero, sin aspavientos ni lágrimas, sino con música, al mejor guitarrista de todos los tiempos.

  • 1