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El Metro, el espacio y el tiempo

Desde los albores de la humanidad se intentó unir dos realidades abstractas, el espacio y el tiempo, que no se explican una sin la otra. Por eso un espacio determinado fue llamado jornada, por el tiempo en el que tardaba en recorrerse; es la distancia a la que están unos de otros nuestros pueblos en las viejas rutas romanas y andalusíes.

el 15 sep 2009 / 10:36 h.

Desde los albores de la humanidad se intentó unir dos realidades abstractas, el espacio y el tiempo, que no se explican una sin la otra. Por eso un espacio determinado fue llamado jornada, por el tiempo en el que tardaba en recorrerse; es la distancia a la que están unos de otros nuestros pueblos en las viejas rutas romanas y andalusíes.

A veces sucedía al revés y era el terreno, el espacio, lo que servía para calcular el tiempo de los trabajos, las peonadas. Aquello siempre fue relativo porque los espacios podían ser llanos o abruptos y los días, calurosos, fríos, cortos o largos. Por eso los ilustrados se pusieron a buscar una medida universal e inmutable y la encontraron en el metro.

El metro era una barra de metal no dilatable, equivalente a la diezmillonésima parte de un cuadrante de meridiano terrestre, o de madera -que más bien encogía- usada en las mercerías; entonces esa medida se relacionaba con el tiempo necesario para escoger una tela. Así hasta que fue el Transporte Metropolitano que recorría un gran espacio en un tiempo mínimo.

Lo malo era lo que tardaron siempre en hacerlo: el de Londres, anduvo si y no treinta años y después los de Nueva York y París sólo unos diez o doce. En Sevilla llevamos menos pero veremos lo que da de sí la cosa porque es fácil recorrer dos puntos distantes en un ratito; lo difícil es cumplir con los plazos de las obras.

Antonio Zoido es escritor e historiador.

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