Local

El nazareno

Durante las dos terceras partes del pasado siglo, la participación en la estación de penitencia estaba limitada a la figura del nazareno. Se decía -y sigue diciéndose- salir de nazareno.

el 15 sep 2009 / 00:39 h.

TAGS:

Durante las dos terceras partes del pasado siglo, la participación en la estación de penitencia estaba limitada a la figura del nazareno. Se decía -y sigue diciéndose- salir de nazareno. Hoy día la situación ha cambiado. La providencial participación en nuestras hermandades de diferentes grupos -fundamentalmente jóvenes, costaleros, acólitos, músicos y otra pléyade de intervinientes- ha hecho que el panorama sea algo distinto, aun sin perder su tradicional esencia, de considerar al nazareno como principal protagonista; la estación de penitencia se entiende realizada hoy día, salvo en algunas hermandades, por todos los componentes de la cofradía en la calle, o como se viene a decir, desde la Cruz al palio, pero el nazareno sigue siendo el verdadero y auténtico penitente.

Los que en nuestra vida hemos vestido túnica de nuestra hermandad y participado en el transitar de la misma apenas hemos cruzado cierta edad, liberados ya de la custodia y mimo del pavero o del diputado de primer tramo, podremos coincidir en el sentimiento de haber sentido unas muy incomparables experiencias.

Independientemente de la tremenda revolución de nuestro sentir devocional que se vive en tales momentos, no quiero obviar el encuentro consigo mismo que experimenta el nazareno.

Ciertamente, la vivencia de la soledad en muchedumbre y el anonimato nos hacen sentir sensaciones por unas horas en las que el nazareno es nadie para la muchedumbre. Pero, a mi juicio, el mayor encuentro del nazareno es consigo mismo, con su vida, problemas, incertidumbres, preocupaciones, reflexiones, proyectos, experiencias? La soledad del nazareno le provoca paz, sosiego y tranquilidad interior, permitiéndole, a veces, averiguar quién es y tratar de contestar y dar solución a cuestiones trascendentes para su vida familiar y social. El nazareno llega al templo físicamente cansado, pero en sus ojos se puede adivinar, en muchos casos, que algo se ha reforzado en su interior. No pretendo decir que sea otra persona, sólo un nazareno que, un año más, ha hecho estación de penitencia y ahora reza a sus Titulares.

  • 1