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El niño bueno que las vuelve locas

El cantante madrileño de origen y ‘deje’ gaditano vuelve el miércoles fiel a su cita con sus fans, treinteañeras que han crecido con él.

el 16 jun 2013 / 17:33 h.

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De haber nacido en tierras gaditanas como sus padres, y dado el deje de su forma de hablar pese a ser madrileño y su pasión por el flamenco, en vez de afilar su garganta camino del puente que conecta su barrio de Moratalaz con La Estrella –hoy llamado El puente del corazón partío en su honor–, probablemente se hubiera iniciado en el mundo musical de la mano de las comparsas o coros carnavaleros. Lleva años viviendo en Miami y es, con permiso de Julio Iglesias, el cantante español más internacional. Pero lleva España, y especialmente el sur, en las venas. Nada más aterrizar en tierras españolas el pasado 21 de mayo para iniciar su gira de La música no se toca, lo dejó claro en su Twitter –es el segundo español más seguido con 9,5 millones de followers– con un Hola EspaÑaaaa... Que bella estás... Su cuenta está llena de piropos a cada una de las ciudades por las que va pasando y de fotos nostálgicas, como la del portal número 27 de la calle Vicente Espinel de Madrid donde se crio o el colegio de la calle Mayor donde estudió. Acaba de comprarse una casa en la capital y ya ha anunciado que le veremos más por España. Tampoco olvida la casa de su abuela María en Alcalá de los Gazules, con sus padres y tíos, entre ellos el diputado socialista Luis Pizarro. sanzEsa cara de niño bueno, el yerno que toda madre querría tener –fruto quizás de su pasado de boyscout–, realmente esconde a un hombre tranquilo que no dio, pese a ser de la revolucionaria generación del 68, muchos quebraderos de cabeza a sus padres, Jesús y María –con sus primeras ganancias les compró un Mercedes y una peluquería– y que, pese a su azarosa vida sentimental, mantiene muy buenas relaciones con sus ex y se ha librado de ser carne de cañón de la prensa rosa más agresiva. Estuvo cinco años casado con Jaydy Mitchel, madre de su hija mayor Manuela, y mantuvo una relación con Valeria Rivera, con la que tuvo a su hijo Alexander estando aún casado con Mitchel. Acaba de celebrar su primer aniversario de boda con Raquel Perera, con la que se casó por sorpresa en su finca de Jarandilla de la Vera (Cáceres) cuando los invitados creían que iban sólo al bautizo de su tercer hijo, Dylan, que tiene por padrino nada más y nada menos que a Paco de Lucía. La admiración de Sanz por los dedos de éste y su hermano Pepe viene de lejos. De ahí le viene su debilidad por la guitarra. Y los vínculos se han mantenido a lo largo del tiempo, ya que Alejandro fue el padrino musical de su sobrina Malú. Tras 22 años de carrera, 12 discos, 16 Grammy latinos y tres americanos y hasta la Medalla al Mérito de las Bellas Artes, entre otros miles de premios, Alejandro Sanz no se olvida de lo difícil que son los comienzos y suele apoyar a jóvenes valores. A lo largo de su trayectoria luchó primero para que creyeran en su Viviendo deprisa (1991) –su discográfica pensó que no era comercial y vendió un millón de copias hasta tal punto que el éxito le bloqueó–. Ya en la cresta de la ola se opuso a limitarse a fenómeno fan y peleó para seguir componiendo sus propios temas. Hasta acabar convirtiéndose en productor de su trabajo. Con su último disco ha cambiado la Warner por la Universal y ha vuelto a los orígenes del pop tras coquetear con el rap en No es lo mismo (2003) y El tren de los momentos (2006) o el rock en Paraíso Express (2009). Aunque algunos de sus tuits le han acarreado problemas, no es un artista especialmente activista, más bien políticamente correcto. Lo suyo es más sutil, como el juego de palabras de La música no se toca en plena crisis de la industria. En cambio sí milita por las causas solidarias, especialmente todas aquellas relacionadas con la infancia y el medio ambiente. Participa en campañas de Save the Children, Médicos sin Fronteras o Greenpeace. Casi todas sus giras han hecho escala en Sevilla, donde suele reservar sorpresas con colaboraciones de sus miles de amigos del mundillo. Y llenan las gradas de un público mayoritariamente femenino que ha crecido y evolucionado con él.

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