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El niño rebelde pega el estirón

El Cuco, un chaval canijo que conducía a los 15 y coleccionaba navajas se ha vuelto fornido

el 23 ene 2011 / 18:45 h.

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El Cuco, conducido a declarar.

El chaval que iba de chulito en la pandilla de Marta del Castillo, quizá para que se olvidaran de que era el más pequeño, ha pegado un estirón y ha pasado de niño a hombre. Un hombre corpulento y musculado, según quienes tratan con él, que creen que los que lo conocieron entonces "hoy no lo reconocerían".


El chico canijo que a los 15 años conducía el coche de su madre y coleccionaba navajas, tal vez para hacerse notar mientras Miguel Carcaño o Samuel Benítez mostraban en Tuenti sus torsos musculados y se llevaban de calle a las chicas, comenzó a levantar pesas cuando ingresó en un centro de menores hace dos años. Ha seguido haciendo ejercicio, aunque ahora menos, porque tras completar sus estudios de Geriatría trabaja en prácticas en un asilo, pero le sigue gustando el deporte. "Está alto y fuerte, muy doble", nada que ver con el niño que era conducido por la Policía a declarar al inicio de la investigación por la muerte de Marta.


También se ha dejado crecer el pelo, que antes llevaba cortísimo, y no lleva piercing ni tatuajes. Es probable que ante el juez aparezca como un joven más maduro y responsable, seguramente vestido de manera formal, alejado de aquellas fotos con el móvil que se hacían todos ellos hace dos años, en posturas insinuantes, mostrando tatuajes y pendientes.


Tras el crimen, los amigos contaban que a la pandilla que Marta tenía desde pequeña llegó primero Miguel de la mano de la propia Marta, y comenzó a hacerse popular, sobre todo entre las chicas. Tenía madera de líder. Él introdujo a Samuel y al Cuco. Los tres eran tímidos y amables con los padres delante, "poca cosa", como definió a Miguel el padre de Marta. Cuando no, eran los gamberrillos de la panda. Es cierto que Miguel se llevaba la palma, porque tenía un tirón especial y un piso propio en el que organizar fiestas, ver la tele, jugar a la Play Station... Samuel también era alto, llevaba un conejito de Playboy tatuado en la ingle, varios piercing...


El Cuco tenía dos años menos, mucha diferencia a esas edades, era todavía un niño y, según contaban sus amigos, intentaba no quedarse atrás y destacar de alguna manera. Lo hacía siendo provocador, picando a los demás en sus comentarios de Tuenti, pareciendo agresivo... mayor. Tenía mucha relación con Marta, a la que llamaba cariñosamente primita, aunque también usaba con ella un lenguaje provocador.


se alejó de su pandilla. Hoy, Javier G.M., el menor conocido como El Cuco, se ha desvinculado por completo de aquella pandilla. Cortó toda relación con todos sus amigos tras el crimen, cuando estuvo nueve meses ingresado en un centro de menores. Después de aquello continuó alejado de Sevilla por orden del juez, que lo obliga a mantenerse al menos a 50 kilómetros de la familia de Marta. Vive en otra provincia andaluza, en un piso tutelado, por una decisión judicial sin precedentes después de haber cumplido el máximo de internamiento posible en un centro, seis meses más una prórroga de tres más. Llegó a ser detenido por acercarse a Sevilla en coche, algo que sus padres justificaron explicando que se dirigían a otra ciudad y se equivocaron de camino.


A sus padres sólo los ve cada diez o doce días, y acompañado de un monitor o un policía, que condicionan su relación con el mundo. Está siempre vigilado.
Dicen que tras haber empezado a trabajar con ancianos quiere dedicarse a eso profesionalmente, cuando "todo esto pase", y que aguarda a que llegue el juicio "tranquilo, convencido de su inocencia y deseando que todo acabe pronto".


El Cuco, que este año cumplirá los 18, se enfrenta a la posibilidad de ser condenado a un máximo de seis años de internamiento y tres más de libertad vigilada, de los que se descontarían los nueve meses que ya cumplió. Si fuera así volvería al centro de menores, porque aún no ha cumplido la mayoría de edad, y según la Ley del Menor podría permanecer allí hasta los 21 años. Es lo que los jueces suelen ordenar, porque aunque al cumplir los 18 pueden enviarlos a prisión, la mayoría coincide en que en los centros pueden reeducarse, mientras que la cárcel tuerce a cualquier joven. A los 21 sí tendría que ingresar en prisión, pero los jueces de Menores pueden variar la medida impuesta en el juicio en cualquier momento, cambiándola por otra, si creen que el chaval está aprovechando la posibilidad de reinsertarse y que ir a la cárcel podría hacerlo volver atrás.


En todo caso, sea condenado o no, El Cuco sabe que su vida no volverá a ser nunca igual que antes. Incluso si en el juicio resulta absuelto, la muerte de Marta lo perseguirá siempre.

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