Cofradías

El olivo volvió a acariciar el dintel

La hermandad de Feria, sin miedo a la lluvia, logró salir en una tarde de temperatura perfecta. Las ganas se tradujeron en puntualidad.

el 29 mar 2013 / 01:04 h.

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Hermandad de Monte-Sión. / José Carlos Cruz Hermandad de Monte-Sión. / José Carlos Cruz El axioma de que después de la lluvia sale el sol se verifica siempre, pero a veces exige paciencia. Tres años tuvo que aguardar la Hermandad de Monte-Sión para salir, después de ver una y otra vez frustradas sus ilusiones por el mal tiempo. Ayer se pactó al fin la tregua con San Pedro, y una calle Feria llena de balcones engalanados aplaudió por fin el paso de las hojas de olivo acariciando el dintel de la Capilla del Rosario. Las ganas de desquitarse de la maldición de la lluvia eran muchas. Tras la reclusión de los Javieres y la Amargura, los hermanos de Monte-Sión no querían que fuera el Carmen Doloroso la única cofradía de Feria que completara su recorrido en esta Semana Santa. Cuando salieron la Cruz de Guía y la banda Jesús Nazareno, de Cazalla, el sol que se derramaba torrencial por la aledaña Conde de Torrejón era el mejor presagio que podía imaginarse. Bien podríamos atribuir a estas ansias la puntualidad británica del primer paso –17.45 horas–, cuando la tonadillera María del Monte, fungiendo de madrina, hizo la llamada a la cuadrilla de costaleros para la primera levantá. La antigua Plaza de los Carros se inundó de aplausos, y hasta al vendedor de almendras se frotó los ojos, no sabemos si para enjugarse lágrimas de emoción o para creerse lo que veía: sí, el misterio de la Oración del Huerto salía a la calle entre los sones del himno de España, ejecutado por la agrupación de Nuestro Padre Jesús de la Redención. También pudieron verse a muchos costaleros afuera, por no perderse una salida tan postergada. Poco después de que la saeta resonara en Feria para el Cristo, vestido de túnica blanca en contraste con el llamativo exorno floral, la multitud veía mecerse a la Virgen del Rosario al compás de las campanitas interpretada por la Banda Municipal de la Puebla del Río. De nuevo las ganas se delataban en el empuje del paso, puntual como nunca, y obligaban al capataz a redoblar sus instrucciones: “¡No corred, no corred!”, mientras la melodía de Rosario de Montesión se encaminaba hacia Correduría. Fue así como el Jueves Santo, en ese mismo espacio en que cada jueves exponen los ropavejeros sus antiguallas y baratijas, la muchedumbre se reencontró con la más antigua, humilde y confortante de las posesiones: el sol primaveral, que ayer alumbró, por fin, las ilusiones cofrades.

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