Curiosamente, en esta inevitable sociedad globalizada, las fiestas tradicionales no sólo no se pierden, sino que incluso se recuperan y hasta, como ocurre con la fiesta de Halloween, se importan.
De ahí que esta joven compañía sevillana haya aprovechado para estrenar estos días esta divertida comedia fantasmal.
No hay nada como una historia de fantasmas para reírnos de la muerte y el terror que nos produce. El cine ha explotado esta temática hasta la saciedad y este montaje se inspira claramente en algunas películas de terror para llevar a cabo una divertida parodia, dirigida sobre todo a los jóvenes, quienes, como todo el mundo sabe, son los que más saben del género.
Lo primero que llama la atención es el derroche de imaginación de los elementos formales, como la escenografía, construida con una serie de paneles y artilugios de cartón piedra que remiten al universo del cómic.
El vestuario y la música, en cambio, nos recuerdan los iconos del cine de terror de todos los tiempos. Así, y he aquí lo más interesante, la puesta en escena consigue recrear la parodia sólo con los elementos formales.
Sobre todo al principio, con una genial escena muda repleta de guiños y lugares comunes. Sin embargo, hacia la mitad de la obra los recursos son cada vez más evidentes, la comicidad y el ritmo se resienten y la dramaturgia acaba delimitando un discurso un tanto insustancial.
No obstante, la duración resulta ajustada y las actrices consiguen conectar en todo momento con el público y ganarse su complicidad. Cabe destacar a Raquel Armayones quien, con absoluto dominio de la comedia, nos brinda una interpretación repleta de matices.
