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El padre de Mari Luz se traslada a la iglesia evangélica de San Juan de Aznalfarache

el 27 oct 2009 / 18:49 h.

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Juan José Cortés, en el púlpito de la iglesia donde ejerce de pastor.
La fortaleza de Juan José Cortés tiene un límite: el de aquella esquina en la que el 13 de enero de 2008 vio por última vez a su hija Mari Luz, de 5 años, cuando iba a comprar chucherías. Cada día observaba desde la ventana de su vivienda en Huelva esa esquina del quiosco hasta que su cuerpo y, sobre todo, su mente dijeron basta. Hace cerca de un año, él y su familia hicieron las maletas y se trasladaron a San Juan de Aznalfarache, para buscar la paz y mitigar el dolor.

 

"Era muy duro vivir en Huelva y pasar todos los días por ese filo de navaja que es esa esquina para mí", confiesa sentado en una bancada que el templo de la iglesia de Filadelfia tiene en la calle Sevilla del Barrio Alto de San Juan de Aznalfarache. Predica allí su fe como lleva haciendo desde hace más de 14 años como pastor de los evangélicos.

Reconoce que el traslado fue más apacible de lo que se esperaba porque los vecinos están volcados con el nuevo pastor y lo llevan casi en volandas. "Nos recibieron con alegría y entusiasmo y, en los primeros momentos, fueron ellos los que empujaron la iglesia y nos ayudaron en todo", dice justo antes de callar de golpe por el paso de la línea 1 del Metro de Sevilla, a pocos metros del templo. Cuando termina de pasar, admite que ya se ha acostumbrado a "soportar este ruido".

Pese a su mudanza, este padre no quería que sus otros dos hijos sufrieran las consecuencias. Por eso, aunque vivan en San Juan de Aznalfarache, sus hijos siguen en el colegio en el que estudiaban el curso pasado en Huelva. "Es un gran sacrificio llevarlos cada mañana al colegio, pero no quería que se alejaran de su entorno ni de sus amistades", explica este padre, quien insiste en que si no se hunde, "es sólo por ellos".

Su sentimiento y su mensaje lo comparte a diario con los casi 200 fieles que acuden a esta iglesia. Y no sólo son vecinos del barrio, sino que también llegan de pueblos cercanos, como Bormujos, Mairena del Aljarafe, Tomares y "alguno de Sevilla". Comparte oraciones sin distinciones de raza o de sexo. "Somos aquí iguales ante dios", manifiesta, mientras contempla los rincones de su templo. Junto al púlpito, se amontonan los timbales y otros instrumentos, mientras que colgado en aquella pared hay un azulejo que reza El señor es mi pastor y nadie me faltará. En la pared del fondo, mientras tanto, sólo hay un cartel: el de su libro Ciudadano Cortés.

Pero no sólo se dedican al rezo, sino que también aprovechan las instalaciones para alejar a los pequeños de las calles. Destaca en este sentido las escuelas dominicales, donde los niños de la barriada participan en propuestas relacionadas con la música o con el mundo del teatro.

Pese a haberse instalado en San Juan de Aznalfarache, no deja de viajar por todos los rincones de España. "No me queda ni una comunidad que no haya visitado", apunta. Si no es para predicar la palabra de dios, es para lanzar su batalla contra el actual modelo judicial -hubo errores en el caso de su hija- o para promocionar su libro. Su última travesía fue cruzar el charco y llegar a Chile, donde el 16% de la población pertenece a su misma religión.

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