"No lo veo lógico. Si no está en el río, que la busquen en otro lado", insiste Antonio del Castillo, el padre de Marta. Más de mes y medio después de la desaparición de la joven de 17 años cuyo ex novio admitió haberla matado y lanzado al río, su familia ya sólo quiere enterrarla. Por eso, saber que se reducirá el dispositivo de búsqueda aumenta su "sinvivir".
Los padres de Marta del Castillo llevan semanas queriendo "cerrar este capítulo" una vez que reciban y puedan dar sepultura al cuerpo de su hija, por eso vivieron el domingo con desasosiego el saber que es más que probable que el martes se desactive gran parte del dispositivo de casi 300 personas que durante un mes ha rastreado el río de arriba a abajo, ante la evidente falta de resultados.
A eso se une que Antonio no cree que el cuerpo de Marta esté en el Guadalquivir, por lo que reclama que los investigadores "hagan que los detenidos digan dónde lo tiraron de verdad", en alusión a las cuatro personas que llevan un mes en prisión por este crimen: Miguel Carcaño, el chico que salió con Marta y que ha confesado su muerte; sus amigos Samuel y El Cuco, acusados de ayudarlo a deshacerse del cuerpo; y su hermano Javier Delgado, al que la Policía señala como el responsable de orquestar la forma de hacer desaparecer el cadáver.
Salvo el último, que ha negado su participación, los otros tres han señalado el puente de Camas como el lugar desde el que lanzaron a la joven al agua, por lo que los investigadores sí están convencidos de que así fue.
Pero, agobiado por una espera tan larga, Antonio hacía hincapié en que es difícil que el cadáver fuera arrojado donde dijeron "esos malhechores, que han mentido en todo y siguen mintiendo". No porque no haya aparecido el cuerpo -que podría haberse movido durante las intensas lluvias que siguieron a la desparición de la joven-, sino porque no hay rastro del cenicero con el que Miguel dijo haberla golpeado en la cabeza.
Al ser un objeto pesado, debería de haberse quedado en el fondo y habría sido recuperado por los buzos o extraído con el enorme rastrillo que el sábado peinó el río en un último intento. Pero al no encontrar nada, también esa opción se da por zanjada, y fuentes de la investigación confirmaron que los técnicos no volverán a usar el rastrillo, que había sido construido expresamente.
Los requiebros del caso -ahora se investiga a la familia de la menor de 14 años novia de Miguel, que confesó que lo sabía todo desde el primer día- también torturan a Antonio, que al ver que los detenidos mantienen una versión que él cree falsa comienza a sospechar que debe de haber un motivo detrás de tanto esfuerzo por ocultar el cuerpo, cuando ya se sabe que hubo una muerte. "Yo no sé si es por cuántos golpes le han dado o por lo que pudieron hacer con ella", aventura, añadiendo que "es más fácil despistar a la Policía poniéndose de acuerdo en dar un sitio falso".
Su esperanza es que ante el juez alguien confiese un nuevo lugar donde buscar, o que el río la devuelva. "Que aparezca para cerrar este capítulo, que es un sinvivir diario", lamenta.