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El pánico a la derrota eclipsa una progresión sin retribución

El pánico es una sensación capaz de inmovilizar a un ser humano. El rechazo hacia la derrota es innato en un deportista. El Sevilla Atlético de Fermín Galeote, colista de Segunda División, firmó tablas ante el Eibar de Juan Carlos Pouso.

el 15 sep 2009 / 20:11 h.

El pánico es una sensación capaz de inmovilizar a un ser humano. El rechazo hacia la derrota es innato en un deportista. El Sevilla Atlético de Fermín Galeote, colista de Segunda División, firmó tablas ante el Eibar de Juan Carlos Pouso, el emblema del fútbol rácano y ruin que impera en una categoría de pícaros e inteligentes. El cuadro franjirrojo firmó un papel digno, notable en algunas fases, aunque fue incapaz de batir a un rival opulento en defensa y nulo en ataque.

La necesidad imperaba desde los prolegómenos de una cita clave. El preparador del Sevilla Atlético, el algabeño Fermín Galeote, optó por un boceto similar al que sucumbió en el Nou Estadi de Tarragona. La apuesta por el 4-4-1-1, con Vargas en la meta y Cordero en el mediocentro, congestionó a las piezas creativas del cuadro armero, Toquero, que regresará al Athletic en el capítulo invernal, y Lombraña, escoltado por un infatigable Larrazábal en la recuperación.

Tras los compases iniciales, en los que ambos planteles asumieron el intercambio de golpes con naturalidad, el filial asió el control y buscó con decisión el 1-0. Sin embargo, fue Cases, muy activo sobre el césped, el autor de la primera acción de peligro, saldada con una intervención de Vargas. Replicó el jerezano Hugo, que se asoció con asiduidad con Pukki, lento y apático hasta su retirada por reiteraciones en la racanería.

Cordero buscaba conectar con el cuero para construir la vía natural hacia el peligro. El lebrijano careció de la compaginación necesaria con Perotti, excesivamente individualista en las penetraciones hacia el área. El principal peligro para el B era su debilidad defensiva, encarnada tras una impropia indecisión de Bernardo en un regreso. El técnico azulgrana, Juan Carlos Pouso, ordenó un retroceso generalizado de las líneas y, con un repliegue intensivo, el Eibar renunció al ataque.

Avanzadilla. En el segundo acto, el Sevilla Atlético anunció un asedio hacia la meta de Zigor. Marc Valiente se sacrificó en favor de Cordero, genial en la elaboración y discreto en el plano defensivo. Y el once de la Carretera de Utrera fabricó el peligro sin receso y con fe en sus posibilidades. Últimos en la tabla, los discípulos de Fermín Galeote apelaron a su orgullo para revertir la dinámica.

Contagiado por la progresión, el preparador local propuso una pizarra muy ofensiva y, con De la Bella de conector, dispuso un 3-5-2. Fali y Armenteros buscaron el peligro en ataque, mientras que José Carlos, veloz y diabólico con el balón en los pies, lideraron el avance en la banda. El dominio era incesante, incluso incontestable, y el Eibar reculó. Reagrupó el boceto y apeló al espíritu de su Ipurúa natal para apagar el ingenio que brotaba con descaro de las filas del B. Sólo el perdón capitalino propició las tablas finales. Digna despedida. Ínfimo botín.

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