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"El Papa ha hecho que la Iglesia sea consciente de su estado de misión permanente"

Luis Ángel de las Heras. Misionero claretiano y presidente de Confer

el 29 jun 2014 / 12:30 h.

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Por María José Atienza Preside, desde hace poco menos que un año, la CONFER, la Conferencia Española de Religiosos. El claretiano Luis Ángel de las Heras, asumió su cargo en un momento de renovación de la vida religiosa española y marcado por el próximo año de la Vida Consagrada en 2005. Hace menos de un año sucedía al P. Elías Royón al frente de la CONFER, ¿cuáles fueron sus primeras impresiones al ser elegido? ¿Qué desafíos se plantea la CONFER en este tiempo? Lo primero que tuve que hacer fue conocer bien de qué va esto. Porque aunque yo estuve trabajando en CONFER hace años trabajando en un equipo de reflexión, y en CONFER joven no es lo mismo mirar los toros desde la barrera que darte la vuelta. Entonces cambia toda la perspectiva. Luis Ángel de las Heras defiende las palabras del Papa cuando afirma que la sabiduría de los mayores hay que aprovecharla con el impulso de la juventud, «hay que conjugar esas dos cosas». Asimismo cree que hay que cuidar a los religiosos de mediana edad. / Foto: M.J.A. Luis Ángel de las Heras defiende las palabras del Papa cuando afirma que la sabiduría de los mayores hay que aprovecharla con el impulso de la juventud, «hay que conjugar esas dos cosas». Asimismo cree que hay que cuidar a los religiosos de mediana edad. / Foto: M.J.A. Lo primero que hice fue hablar con el P. Elías Royón, que dejaba el cargo y que ha tenido siempre una disponibilidad fabulosa para todo lo que pudiera preguntarle y al mismo tiempo una discreción exquisita. Una de las cosas más destacadas ha sido el descubrimiento de las personas que trabajan en CONFER, la gente de la sede, donde se respira un gran ambiente de colaboración, de trabajo en equipo… yo he insistido mucho en el trabajo en equipo, me parece que CONFER es un ámbito en el que hay que hacer crecer la comunión y el trabajo en equipo es una muestra de ese crecer en comunión. También el trabajo de las regionales y de las diocesanas ¡qué entrega tienen, en los lugares donde están!, gente a veces mayor pero con una dedicación, una ilusión, unas ganas de servir y un cariño por la vida religiosa que me ha dejado admirado y que a veces no lo conoces. Ha sido un descubrimiento muy valioso, tanto es así que, en cuanto se anunció el Año de la Vida Consagrada, decidimos que lo trabajaran las regionales y diocesanas, que son las que dan el callo, están ahí y son las que se merecen un espaldarazo. Tuvimos una Asamblea el 10 de mayo con las juntas diocesanas y regionales donde vimos qué se podía hacer, a propósito de este Año en cada lugar, también con realismo, puesto que hay sitios hay poca gente y no se pueden hacer grandes cosas. Pero todas ellas tenían una ilusión y unas ganas por hacer significar este año, por dar a conocer la Vida Consagrada, por celebrarla.. es lo que más destaco de estos meses como presidente: el descubrimiento de la gente que trabaja para que CONFER sea una realidad. ¿Cómo se conjugan las sensibilidades propias de distintas congregaciones religiosas en un trabajo común como se realiza en CONFER? Éste es un reto importante que tuvimos desde el principio y que también salió en la Asamblea: el trabajo intercongregacional. Algunos se preocupan, cuando comenzamos un trabajo, por cómo los carismas de cada uno quedarán de manifiesto. La realidad es que, en los proyectos que hay no ha habido especiales problemas. Hay oportunidad para que se dé a conocer cada uno de esos carismas y no se pierda y creo que la gente percibe la riqueza de la diversidad, porque tenemos muchas cosas en común pero cada uno tiene su historia de familia y eso no tiene que ser un obstáculo, y de hecho no lo es. España se encuentra en este momento en un estado de sequía vocacional en la vida religiosa, ¿cómo se afronta desde CONFER este panorama? Hay que ser realista. En número, todavía somos muchos, casi 46.000, la mayor parte religiosas, pero ese número es de una edad media muy elevada, mucha gente mayor. Efectivamente hay pocas vocaciones de gente joven. Esa fotografía, que es así desde hace años, ha tenido diferentes lecturas. En algún momento se habló incluso de un exilio de la vida religiosa en España, de un momento de terminar con esta forma de vida.. en clave pesimista. Pero creo que, ahora, estamos en un momento que reconociendo la realidad que tenemos, hemos de ver todo lo positivo que podamos entresacar de ella y qué significa en este momento en la Iglesia y para cada congregación. La gente no se ha dormido en los laureles: se están reorganizando provincias, demarcaciones… es una forma de significar que queremos servir a la misión y hacerlo con la realidad que tenemos. Es un paso, no de cierre o retraimiento, sino de potenciar la misión haciendo una buena gestión de los recursos y haciendo una conjugación interesante entre posibilidades reales y urgencia misionera. Esto, que algunos sólo vieron de manera negativa, tiene también una lectura positiva en el sentido de decir «vamos a servir». Somos conscientes de que la Iglesia nos valora y sabe que sin la vida religiosa pierde algo muy importante. Y eso es un respaldo que nos ayuda a situarnos en estos momentos distintos. En esta situación, la clave en la que el Papa Francisco se dirige a los mayores contiene una sabiduría de vida que todavía no hemos sabido aprovechar suficientemente. He encontrado jóvenes de grupos nuestros, de pastoral, que se admiran cuando ven religiosos mayores y dicen «este hombre es feliz, esta vida sé que merece la pena cuando veo a estas personas». Y a veces hemos escondido a los mayores y no puede ser así. Estas personas todavía tienen mucho testimonio que dar. El Papa dice que la sabiduría de los mayores hay que aprovecharla con el impulso de la juventud, hay que conjugar esas dos cosas. Hay que contar con ellos. A veces, cuando hacemos los proyectos, como pasa en la sociedad actual, no contamos con los mayores y hay que contar con ellos. Tienen cosas muy interesantes que decirnos de lo que ahora estamos haciendo. Y, por último, tenemos que cuidar a los religiosos de mediana edad. El impulso de los jóvenes, aunque no sean muchos, ahí está. Pero los religiosos de mediana edad son los que, ahora, están soportando mayor carga de trabajo. Facilitar esta carga de trabajo y ahí entra toda la misión compartida con los laicos, en el trabajo intercongregacional, con movimientos, sacerdotes diocesanos… todo eso es un potencial que hay que ver. Hay que saber aprovechar las coordenadas en los que, actualmente, se mueve la vida religiosa. Creo que es un momento bueno, de una mirada de esperanza que no es una esperanza ilusa, sino que esta fundada en la raíz de nuestra fe y nuestra vocación, y en el que es muy importante el espaldarazo de la Iglesia. Entonces, ¿cómo desarrollar la pastoral vocacional en la vida religiosa en una sociedad que apenas considera esta realidad? Nunca se ha trabajado tanto y tan bien en pastoral vocacional como ahora en las congregaciones religiosas y en las diócesis. No será por no trabajar. A veces, es cierto, el trabajo viene motivado por la urgencia de ver que somos pocos y creo que la pastoral vocacional no tiene que venir motivada porque seamos pocos, sino porque es una vocación valiosa dentro de la Iglesia y hay que enseñarla, mostrarla, invitar a la gente a hacer sus opciones y discernimiento. San Juan Pablo II dejó muy claro que toda pastoral era vocacional y creo que todo el mundo tiene que tener el momento para tomar una opción en la vida, que no se deje llevar sino que vaya decidiendo y una de esas decisiones es qué forma de vida, como cristiano, voy a seguir y ésta es una posibilidad. Hay que mostrarlo porque hay mucha gente que si no sabe qué es, si no tiene la posibilidad de plantearse esta pregunta pierde la opción de su vida. Al mismo tiempo, podemos hacer estrategias, unos proyectos maravillosos, pero la respuesta en la cuestión vocacional es una cuestión entre Dios y la persona y eso es un terreno sagrado en el que hay que descalzarse, es parte del misterio en el que hay que confiar. Ahí como mucho podemos mostrar, apoyar porque cuando alguien muestra inquietud vocacional por la vida consagrada o por el sacerdocio ministerial muchas veces no encuentra apoyo en su entorno familiar, social… creo que aunque haya oposición si una persona está llamada por Dios sale adelante y nosotros lo que hemos de hacer es apoyar, alentar a las personas en ese discernimiento. En pastoral vocacional hay que trabajar con mucha ilusión porque estamos dando a conocer algo que amamos, no se trata de hacer una oferta de algo que nos han contado que es bueno si no de algo que estamos viviendo con intensidad y amas esa vida que te llena y puede llenar a otro. En ese sentido tenemos que ir más allá de las iniciativas en pastoral vocacional, porque a veces la gente encuentra la luz para su vida en otros momentos, hemos de dedicar mucho tiempo, es tarea de mucho tiempo, a veces de años, hasta que la gente encuentra su camino y da respuesta. Tenemos que perder tiempo con la gente. Ahí tenemos que ser generosos, si algo tenemos para dar es tiempo. Nuestro tiempo libre es tiempo para entregar, no es tiempo para nosotros. Esta fotografía negativa, ¿no puede esta auspiciada por una visión de la vida religiosa como algo en peligro de extinción por nuevas formas de consagración en la Iglesia? Creo que las nuevas formas de vida común consagrada no son una cuestión de alternativa a la vida religiosa sino de complementariedad. Tiene que haber nuevas formas de vida consagrada, debe haberlas, y hay gente que a través de esas nuevas formas de vida encuentran su manera de responder a Dios y de seguirle desde la vocación a las que les ha llamado. Las congregaciones y órdenes religiosas que llevan siglos no se plantean extinguirse,… eso sólo depende de Dios. Además la vida consagrada crece además en otras zonas, y tendrá otras costumbres o modos, hay congregaciones que disminuyen en occidente y crecen en oriente. El Espíritu es muy libre de soplar donde quiere. De alguna manera, la vida consagrada en la Iglesia siempre va a existir. Y esa confianza y esperanza es lo que nos tiene que mover. ¿Qué supone para los consagrados el hecho de que el Papa Francisco proceda de una familia religiosa como los jesuitas? Supone que conoce muy bien la vida religiosa. Cuando el Papa Francisco dice algo a los religiosos no está hablando de lo que le han contado sino de algo que él ha experimentado. Y eso es una autoridad muy importante. Más allá de que sea el Papa conoce la vida religiosa profundamente. De todas maneras, yo comparto la idea de que el Papa cuando habla, habla para todos. Cuando dice que no haya obispos de aeropuertos, también es que no haya religiosos de aeropuertos, ni laicos de aeropuertos… cuando afirma que debemos aparcar el «carrerismo» de la vida de la Iglesia ¿lo dice sólo a unos? No, lo dice a todos, carrerismo hay en todos los estados de la vida de la Iglesia. Cuando nos habla a nosotros, hay un mensaje directo a la vida religiosa, pero también, todo lo que dice a los otros nos lo tenemos que aplicar. El próximo año, la Iglesia celebra el Año de la Vida Consagrada convocado por el Papa Francisco, ¿qué retos se plantea la vida religiosa ante lo que podemos considerar una llamada urgente? El Papa ha hecho que la Iglesia sea consciente de que está en salida, en estado permanente de misión. La Iglesia es misión y nos ha hecho conscientes de esto. El Papa cuenta con la vida religiosa, que es un activo, no el único. Yo creo que es una oportunidad para darnos cuenta del compromiso que necesita la Vida Consagrada en este estado de Misión de la Iglesia; para, por lo tanto, profundizar en cuál es nuestra identidad, especialmente los religiosos de vida activa, revisar nuestra identidad y nuestros compromisos. Estamos en muchas periferias y tenemos que revisar si esas son las que tenemos que seguir atendiendo o hay que ir hacia otras periferias. Creo que un rasgo fundamental de la vida religiosa es la itinerancia y a veces nos hemos quedado demasiado tiempo en algún sitio… incluso en alguna periferia. Es una oportunidad para ello, y para dar a conocer la vida religiosa, tanto en la sociedad como dentro mismo de la Iglesia. Muchas veces dentro de la propia Iglesia no se conoce bien la vida religiosa. Explicar también nuestro propio estilo de vida. A veces nos hemos dado a conocer sólo por lo que hacemos: colegios, hospitales… y no por lo que somos y por lo que vivimos. El Año de la Vida Consagrada es una oportunidad para encontrar nuestra propia verdad humildemente. No es un año para promocionarnos. Es un año para profundizar en nuestra identidad, nuestro compromiso y celebrar que es una forma de vida que tiene mucho que aportar.

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