Lucía Tejero.
-¿Cómo consiguió encarnar a Curro? -Echándole morro y mintiendo un poco. En aquel entonces era azafata de congresos y conocí a una de las que ya estaba haciendo de Curro. Llamé a quien llevaba el asunto, me hizo la prueba (anduve para adelante y para detrás) y al poco tiempo ya tenía puesto el traje encima.
-¿Qué sintió al volver a ponerse el traje 20 años después?
-En las entrevistas y homenajes he vuelto a sentir lo mucho que la gente defiende a Curro. Me ha dejado alucinada.
-Era una mascota entrañable. ¿Qué le queda de aquellos años y de aquel espíritu?
-A Sevilla le queda el sentimiento de posesión de Curro. A mí, la sensación de ser partícipe de lo que se sigue sintiendo en torno a la Expo.
-¿Fuimos o no conscientes hace 20 años de lo que iba a significar esta muestra?
-Yo creo que sí, creo que todos estábamos viviendo un bombazo, un cambio radical de todo en la ciudad. Curro representaba la alegría y la guasa. Es el papel más potente que tuvo.
-Lo mismo tenemos todos que disfrazarnos de Curro con la que está cayendo en el país.
-Tendría que sudar muchos como Curro para poder saber lo que no tienen otros. Los recortes son una vergüenza. Yo llevo nueve años de delegada sindical en Bellas Artes afiliada al Sindicato Andaluz de Trabajadores.
-Pues este sindicato el día del aniversario salió en manifestación contra la Expo.
-Yo estaba vestida de Curro ese día y no estoy de acuerdo porque tenemos una encima gordísima como para centrarnos en algo que pasó hace 20 años.
-¿El ser anónima tras el traje de Curro le permitió ver cosas que el resto del mundo no veía?
-Me permitió estar con personas con las que no habría estado ni estaré en mi vida: con Gabriel García Márquez, la familia Real, dándole la mano a la Reina de Holanda... No es que sean más o menos que el resto de las personas pero dado su estatus difícilmente podría repetirlo.
-¿Le gustaría estrecharle de nuevo la mano al Rey?
-¿Ahora? No soy monárquica, más bien republicana.
-¿Cómo ve el recinto de la Expo ahora?
-El espacio vivo de la Expo no se ha aprovechado adecuadamente. Hay infraestructuras que se han podrido de no utilizarse.
-¿Cuál es el anécdota de gente anónima que recuerda con más cariño?
-Estábamos en un centro comercial en Málaga promocionando la Expo y me vino un matrimonio con un carrito de tres niñas. No debíamos hablar y yo estaba sujetando a las tres niñas y una de ellas se me estaba escurriendo de los brazos. ¡Y al padre le importaba tres narices con tal de hacerle la foto a sus tres niñas con Curro! Ese matrimonio me pidió el teléfono y durante muchos años me llamaban en Navidad para desearme felices fiestas. Incluso me mandaron una vez una pedazo de Ray Ban.
-¿Qué aprendió de aquella experiencia?
-Uf, que hay que disfrutarlo todo. La Expo la viví poco. En el pabellón de Marruecos, que es de donde es mi madre, ni entré.
-¿Conserva algo del espíritu festivo de Curro?
-Lo que más conservo es el desparpajo. [En la entrevista se cuela su hija que le pregunta: ¿qué es desparpajado?. "No tener vergüenza, echarle morro a las cosas", le responde Lucía].
-En verano imagino que ir de Curro no era gracioso.
-Eso era la pena negra. Dentro del traje hacía cuatro o cinco grados más que fuera. Cuando me lo he vuelto a poner, me dije: madre mía, ya no me acordaba del calorazo que da esto.
-¿Era un trabajo para mileuristas?
-Yo creo que éramos los peor pagados. Además, éramos autónomos, con lo que terminó la Expo y no teníamos ni finiquito ni paro. Pero bueno, teníamos 20 años y entonces estaba bien. Ahora no me conformaría con una cosa así. Desde hace mucho tiempo soy muy reivindicativa y peleona.
-¿Más peleona ahora que con 20 años?
-Sí, infinitamente más. Con 20 años estás un poco empanada. Era mi primer trabajo. No le das tanta importancia a la precariedad. A medida que vas avanzando, te vuelves más escrupulosa.
-¿Tenía claro que la Expo era un sueño del que había que despertar?
-Clarísimo. Sabía que se terminaba el 12 de octubre, aunque después estuve en Cartuja 93 y 94. Estuve tres años y medio haciendo de Curro.
-¿Y no se hartó?
-¡Muchísimo! Si me pregunta qué siento al volver a ponerme el traje de Curro, le respondería que está bien pero Curro no es mi otra piel.
-Si le dieran otro gran evento a Sevilla y hubiera una mascota que lo representara, ¿volvería a probar suerte?
-Uf, no, para eso hay que tener entre 20 y 25 años. Yo para Isla Mágica he formado a cuatro actores que son los que van a hacer de Curro en julio y agosto y cuando salen del traje están chorreando.
-¿Cómo se forma un Curro?
-Hay que enseñarles a atarse los pies, a ponerse las varillas que sujetan la cabeza, los movimientos tipo. Después puedes hacer lo que te dé la gana, hasta montarte en moto acuática.
-¿Tuvo algún percance?
-Con una moto acuática precisamente. Creí que me moría. Desde entonces me metía una navaja por si tenía que rajar el traje. Fue la única ocasión en la que me quité el traje delante de miles de personas. Lo teníamos terminantemente prohibido.