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El párroco de Los Palacios y Villafranca será nombrado Hijo Adoptivo

el 19 sep 2010 / 17:07 h.

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En 1985, cuando empezó, junto a Carlos Amigo Vallejo.

Pese a que no corren buenos tiempos para la curia, Luis, el cura, no tiene un enemigo en Los Palacios y Villafranca. Ni siquiera un vecino al que ni fu ni fa, pues desde que aterrizó en los poblados de colonización en 1973 no cesó de trabajar por los demás. El Ayuntamiento de Los Palacios y Villafranca le acaba de conceder el título de Hijo Adoptivo por su "permanente defensa de la solidaridad, la tolerancia y la amistad".

Mucho antes de ser don Luis en el altar (o san Luis, como le dijo un crío, con los nervios, en su primera comunión) y Luis, el cura, en plena calle, Luis Merello (nacido en el Puerto de Santa María, Cádiz) decía su misa de los domingos en el poblado de Maribáñez, adonde llegó desde el seminario un frío enero de 1973. Por aquel entonces, Maribáñez y el resto de colonias de Los Palacios y Villafranca (Chapatales, El Trobal...) llevaban apenas cuatro años de funcionamiento y aterrizó en ellas como un torbellino de vida que iba más allá de la evangelización. O era más bien que él quiso arrojar las semillas en plena tierra, literalmente, con la camisa arremangada y entre las cuadrillas de algodoneros, como uno más.

La gente se le acercó primero porque él se dejó querer en el terrón, porque fundó un club ciclista entre las destartaladas bicicletas de los muchachos, porque organizó una caseta para la feria y un coro de campanilleros que acabaría rulando por media España, y porque hablaba fuerte, mirando a los ojos, y no se vestía como los curas porque, sencillamente, todo el mundo sabía ya quién era Luis, el cura. Luego, la gente se dejó caer por la iglesia, y la parroquia se convirtió en el eje vertebrador del poblado. La parroquia era la sede de todo: de la incipiente cooperativa de los hombres del campo, de la asociación de padres y del equipo de fútbol que él entrenaba.

Pero él le resta importancia a todo lo que se organizará para su homenaje, como al hecho de que su nombre haya sonado en los círculos eclesiásticos para ser nombrado vicario. "No soy más que un obrero de Cristo", dice.

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