El Sevilla sabía ayer que tenía un rival condicionado. No por su papel en la clasificación ni por las carambolas clasificatorias que puedan llevar al Atlético a Europa, sino por el cansancio. El equipo de Antonio Álvarez quiso hacer de inicio el campo largo, lo más largo posible, para que el partido se jugara a la carrera y con grandes espacios. De esta forma pretendía desgastar el equipo hispalense al Atlético, que venía de 120 minutos intensos y agotadores en Anfield el pasado jueves.
Pero lo más curioso de todo es que esta propuesta no dio tiempo a llevarla a cabo, afortunadamente. El equipo blanquirrojo se encontró con un gol un tanto rocambolesco en el minuto 5. Mejor escenario aún, el Atlético tenía que hacer el desgaste. Pero de nuevo la táctica se rompió con otra jugada a balón parado, esta vez a favor de los de Quique. Otra vez el escenario inicial... hasta un nuevo giro del partido que lo sentenció, al menos en su desarrollo. El 2-1 ya dejó a las claras que al Atlético le iba a costar mucho remontar, poner toda la carne en el asador. Y a eso jugó un Sevilla retocado por las lesiones que al final se vio obligado a modificar su sistema y hacerlo más contenido, con menos delanteros y más centrocampistas. Todo para dar al Atlético un mando que ni quería ni podía llevar.
