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El paseo

Tal y como estaba la mañana de ayer, limpia, clara, cristalina, con ese cielo azul Sevilla propio de los días de primavera y un penetrante aroma que anuncia la inminente explosión del azahar, aproveché un receso en la jornada de trabajo para darme un paseíto de lo más sevillano hasta la iglesia del Salvador y ver en la Capilla Sacramental al Señor de Pasión y a la Virgen de la Merced.

el 15 sep 2009 / 00:43 h.

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Tal y como estaba la mañana de ayer, limpia, clara, cristalina, con ese cielo azul Sevilla propio de los días de primavera y un penetrante aroma que anuncia la inminente explosión del azahar, aproveché un receso en la jornada de trabajo para darme un paseíto de lo más sevillano hasta la iglesia del Salvador y ver en la Capilla Sacramental al Señor de Pasión y a la Virgen de la Merced. Mereció la pena y mucho.

Primero, por comprobar cómo se está cuidando hasta el más mínimo de los detalles ante la reapertura del templo el próximo domingo; se afanan en terminar de limpiar retablos, colocar luces, adecentar puertas? Segundo porque, al entrar por las dependencias de la corporación del Jueves Santo -las que dan al Patio de los Naranjos-sonó el teléfono y pude sentir el orgullo con el que un hermano respondía a boca llena: "Pasión, dígame", señal inequívoca de que ahora sí ya están en su casa. Y lo tercero, me esperaba en el interior de la misma capilla: en la penumbra se recortaba la imponente imagen del Señor con la cruz a cuestas, Ése al que, según cuenta la leyenda, Martínez Montañés incluso le pidió que le hablara al tiempo que daba los últimos golpes de gubia, y a su izquierda, iluminada sólo en parte por el foco de una de las operarias que seguía realizando su trabajo, la Virgen vestida de hebrea sin más adorno que el ramo de rosas blancas que se encontraba a sus plantas. Si pueden, acérquense a Pasión antes del domingo y verán como esos altares, retablos, muros y columnas del Salvador tienen ansias de vida, y a partir del domingo, los sevillanos tenemos que dársela haciendo nuestro el remozado templo. Por cierto, no me pude resistir y pisé la rampa del Salvador. También por eso mereció la pena el paseo.

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