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El 'pichichi' nacional y su huella indeleble

La contracrónica

el 02 jun 2013 / 01:05 h.

500300Si el de anoche fue el último servicio de Álvaro Negredo al Sevilla Fútbol Club, que aún está por ver, el vallecano habrá dejado una huella indeleble, una estampa de esas que marcan para siempre la memoria de quienes poblaban las gradas del Pizjuán. Todo el sevillismo, el crítico y el idolatrador del 'killer' madrileño, recordará para siempre el partido que cerraba la Liga 2012/13 ante el Valencia por la exhibición goleadora del internacional nervionense. Sus cuatro dianas –de chilena de cine a pase de testa del chileno Medel; de penalti cometido sobre Perotti, ¡qué cabalgada del argentino!; y en remates de 'matador' a pases cruzados de Alberto Moreno y Rakitic– y sus números globales bien le merecen un hueco en el olimpo de los grandes anotadores del Sevilla, junto a Polster, Arza, Suker, Zamorano, Luis Fabiano o Kanouté. Porque con sus cuatro goles, de hecho, superó la marca del croata y del brasileño en una campaña (24), quedando sólo por detrás de los 29 del añorado navarro y los 33 del austríaco. 25 goles en una sola temporada que se dicen pronto y que valieron al de Vallecas, de paso, para imponerse doblemente al valenciano y valencianista Roberto Soldado. Éste llegaba a la jornada definitiva con un gol de ventaja (22 a 21) y se fue uno abajo pese a su doblete: 25 a 24 para Negredo, consagrado como 'pichichi' nacional del finiquitado curso. En el que, además, se ha acabado yendo hasta los 31 tantos en todas las competiciones –anotó seis en Copa–, superando de lejos los 27 de la 2010/11. El vallecano, y también el ariete che, superaron además el centenar de goles en Primera. También llegaba en franquía Soldado (99 a 98), pero Negredo remontó hasta dejar el asunto en 102 a 101. El festival del delantero eclipsó al otro gran protagonista del duelo, Andrés Palop, quien se marchó vestido de naranja –un guiño a su tierra natal– y disfrutó de un merecidísimo tributo de la afición, que lo acogió con todo el campo en pie y lo despidió entre vítores mientras sus compañeros lo manteaban. El cancerbero, ‘el único’ como fue calificado, besó el césped y la raya de gol de ambos extremos del estadio y recibió una placa antes de regalar su camiseta a Alberto Flores, portero del benjamín. Hasta siempre, Andrés.

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