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El placer de una buena dramaturgia

Teatro Lope de Vega. del 4 al 8 de febrero de 2010. Autor: Henrik Ibsen. Producción: Teatro de la Danza. Dirección: Amelia Ohandiano. Intérpretes: Roberto Álvarez, Silvia Marsó, Pedro Miguel Martínez, Francesc Albiol, Ana Gracia, Mamen Godoy, Cuca Villén, Ionel Pena, Julia Albiol Townsend, Sofía Albiol Townsend.

el 05 feb 2010 / 10:24 h.

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Cuando un texto teatral tiene un entramado formal tan perfecto y un contenido tan comprometido y universal, siempre es un placer verlo representado. Es el caso de esta Casa de muñecas de Ibsen, una obra que, aunque contemporánea, se ha convertido en todo un clásico.

La historia gira en torno a las relaciones matrimoniales y, aunque quizás no estuviera en la intención de Ibsen al escribirla, lo cierto es que resulta un magnífico reflejo sobre los mecanismos psicológicos de los que se vale el machismo para anular la figura de la mujer.

Tal vez por eso Amelia Ochandiano, en esta nueva versión, ha decidido respetar al máximo el texto recreando una puesta en escena, de corte naturalista, un tanto sobria, parca en imágenes, de ritmo denso y colmada de evidencias. Como la escenografía, que no pasa de ser un mero decorado cuya función es marcar la época en la que transcurre la historia, al igual que el vestuario, aunque resulta elegante y la música, utilizada como elemento de ambiente. Al menos la iluminación aporta un elemento de contemporaneidad a la escena.

De esa manera, todo el peso recae en los intérpretes, aunque la pluma de Ibsen dota a los personajes de una personalidad y una evolución tan definida que no deberían necesitar mucho más para hacer viajar al espectador hacia ese terreno indefinido donde las emociones consiguen atraparnos. Pero el reparto resulta tan irregular como mal dirigido y, por desgracia, se notaba demasiado que ha llegado al estreno con algunos ensayos de menos.

Silvia Marsó representa su papel de muñequita superficial y sometida con una interpretación un tanto afectada al principio, aunque se redime en la escena final. Roberto Álvarez, en cambio, elabora un papel sobrio y contenido, pero al final acaba cayendo en el histrionismo. Tampoco el personaje de la amiga, representado por Ana Gracia, acaba de adquirir la complejidad necesaria para ser verosímil. No obstante, tanto Fracesc Albiol como Pedro Miguel Martínez muestran un auténtico dominio escénico.

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