Cultura

El poeta visual Manuel Vilariño gana el Nacional de Fotografía

El fotógrafo y poeta gallego Manuel Vilariño, que fue distinguido ayer con el Premio Nacional de Fotografía por el "intenso sentido poético y filosófico" que hay en su obra, afirma que "el silencio y la soledad" han determinado todo su trabajo artístico, que se mueve "en el límite que une la vida y la muerte".

el 14 sep 2009 / 20:26 h.

El fotógrafo y poeta gallego Manuel Vilariño, que fue distinguido ayer con el Premio Nacional de Fotografía por el "intenso sentido poético y filosófico" que hay en su obra, afirma que "el silencio y la soledad" han determinado todo su trabajo artístico, que se mueve "en el límite que une la vida y la muerte".

"Mi obra es profundamente espiritual, tiene que ver con la poesía del conocimiento", asegura, en declaraciones a Efe, Vilariño, quien reconoce que la noticia del premio le ha "sorprendido mucho", quizá por su carácter de "artista periférico" y porque, de alguna manera, él vive "fuera del espectáculo".

Vilariño (A Coruña, 1952) es también poeta y sus versos han aparecido en diferentes publicaciones. "Trabajo con la poesía y la fotografía, con el vuelo de las imágenes. Para mí ser y ver es todo la misma cosa, pero, fundamentalmente, mi trabajo es fotográfico, aunque el territorio de lo imaginario es indivisible". Este admirador de Gamoneda, Valente y San Juan de la Cruz señala que el mundo en el que se desenvuelve su fotografía es "el de los símbolos, el de las metáforas, y el lenguaje fotográfico y el poético se unen en el territorio de lo imaginario. Es el mundo de la ausencia, mucho más que el de la presencia", subraya el artista.

Ajeno a modas y convencionalismos, Manuel Vilariño sigue al trabajar "un camino propio, el camino de lo inclasificable. Entiende la fotografía "como documentar la existencia o la inexistencia, es decir, está en el límite que une la vida y la muerte".

Vive en el bosque, a 25 kilómetros de A Coruña, porque la naturaleza "es muy importante" en su obra, y, a través de sus fotografías, trata de encontrar "un hueco de luz". "Al desbrozar un camino en lo más profundo del bosque, aparecen cosas como el zumbido de un insecto, o simplemente el canto de un pájaro. Esa búsqueda es siempre azarosa", dice.

"Desde siempre, mi mirada ha sido a la profundidad de los astros, a la noche, como también al bosque, tanto físico como simbólico", señala Vilariño que, de hecho, tiene una serie, Emboscadura, con la que le rinde homenaje a una obra del mismo título de Jünger.

La reflexión que Vilariño hace en su obra "sobre la vida, los ciclos vitales y el sentido del tiempo a través de su apasionada observación de la naturaleza", es otro de los motivos que ha movido al jurado a concederle el Nacional de Fotografía, junto con "la gran calidad técnica" de sus composiciones. La exposición que le dedicó en 2002 el Centro Gallego de Arte Contemporáneo significó "un punto de inflexión" en su obra, aunque antes había expuesto ya en Nueva York o Londres.

De todos modos, a Vilariño le gusta permanecer "un poco al margen del espectáculo", porque su obra "habla más de la luz interior y de la experiencia interior, de la experiencia de los límites", por decirlo en términos propios de la mística, aunque él no se considere místico, "ni mucho menos".

"Yo no hago fotografía comercial ni aplicada ni trabajos por encargo. Ese no es mi mundo. Soy un artista visual que utilizo soporte fotográfico", asegura. Vilariño es uno de los artistas que ha participado en Paradiso Spezzato (Paraíso fragmentado), la muestra que representa a España en la 52 edición de la Bienal de Venecia.

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