El pozo del llanto

La peña flamenca de Los Palacios y Villafranca elige, a través de un certamen, la escultura del artista local Álvaro Benavides que a partir de ahora entregará en sus actos y condecoraciones.

el 22 mar 2014 / 22:07 h.

15605725 Benavides, con la escultura que simboliza el Pozo de las Penas. / A.R. Cuando, pasados los años más terribles del hambre, se reunían los cabales palaciegos en torno a un pozo medianero de la calle Rabadanes, las alegorías seguían encriptadas en las letras flamencas de aquellos cantaores que se desgañitaban hasta las tantas, pastoreados por la sonanta de Manolo Carmona, que llegó a acompañar a grandes de entonces como Manuel Torre o Tomás Pavón. Sobre aquel pozo medianero que, con el tiempo, acabaría dando nombre a la peña flamenca de Los Palacios, una de las más antiguas de toda Andalucía, posaron sus plañideras sombras de artistas anónimos Curro Duque Currela, Manolo El Gafas o Paco Cabrera de la Aurora, entre otros palaciegos abiertos a la cultura y que supieron encontrarla, grande y extraña, a través del cauce acompasado del cante flamenco. En 1951 fundaron la tertulia flamenca El Pozo de las Penas, y fue aquella institución pueblerina y recién nacida la primera que homenajeó al gran Antonio Mairena nada más conquistar la Llave de Oro del Cante. Asimismo, tuvieron el gusto de nombrar madrina de honor a Pastora Pavón, la Niña de los Peines. Y, algunos años después, a la gran bailora Matilde Coral. Entonces, el pozo no era ninguna metáfora, sino un pozo de verdad, compartido por dos casas humildes, como había sido costumbre inmemorial en este pueblo de manchoneros. El pozo empezó a escribirse con mayúsculas porque El Pozo de las Penas era ya una peña muy propia por donde pasaban Juan Talega, Juan Peña El Lebrijano, Camarón, Fernanda y Bernarda de Utrera y un largo etcétera de la mejor nómina cantaora de la Transición, que fue la época de consolidación de esta casa que con sus semanas culturales, sus recitales, sus proyecciones y conferencias y, sobre todo, con su Festival de la Mistela, se erigió pronto como una de las instituciones culturales con más solera de este municipio del Bajo Guadalquivir. Ahora que El Pozo de las Penas está viviendo otra época de revitalización –con la incorporación de nuevos socios y su nueva implicación en la vida cultural palaciega, bajo los designios de su presidente, Juan García Bodi–, los tertulianos flamencos se dieron cuenta hace meses de que su peña, con 63 años a sus espaldas, no tenía aún un emblema que entregar a sus premiados. Por eso convocaron un concurso de ideas que ha ganado finalmente el artista local Álvaro Benavides, licenciado en Bellas Artes y más volcado en la pintura. La estatuilla, que Benavides ha entregado en pasta sintética y que la peña fundirá ahora en bronce, es una alegoría del pozo, rodeado de la guitarra y sobre el que cae una lágrima. «Desde el principio fue la que más nos convenció», dice Bodi, aunque la decisión fue de un jurado especialista que tuvo que dilucidar entre ocho propuestas bastante variadas, pues algunas consistían en el busto de un cantaor, otras en un guitarrista en pleno punteo y algunas otras parecían una especie de escudo. Da la casualidad de que Benavides presentó dos, y la otra, diseñada con palos de pinchito y alambre, «es la que más me gustaba a mí», según dice, de modo que el artista se lleva a casa no sólo la obra que más le convencía, sino los 600 euros del premio y la satisfacción histórica de que El Pozo de las Penas tenga ya su alegoría, materializada por él. Álvaro Benavides Caballero, que se está haciendo un hueco en el panorama nacional de la pintura y que está profundizando en una línea paisajística que le ha reportado numerosas estampas de las marismas del Guadalquivir, asegura que, aunque se dedica mucho más a lo pictórico, «era la escultura lo que mejor se me daba en la Facultad, cuando estudiaba en Granada». Además, con respecto a la escultura que a partir de ahora representará a la peña de su pueblo, explica que lo más difícil fue el concepto. «Me llevé más de un mes sólo pensando, y dibujando bocetos». El año pasado, Benavides fue becado por la Cátedra Ciudad de Albacete impartida por el maestro del hiperrealismo Antonio López, una experiencia que le resultó «muy provechosa». No en vano, de todas las obras realizadas por los alumnos de aquel taller fue la creada por Benavides la que eligió el maestro López para pasar a formar parte de los fondos del museo de la ciudad

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