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El Prado ya tiene una diosa

el 21 nov 2010 / 10:10 h.

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"¿Alaya? ¿No será Ayala?". Esa era la pregunta más repetida en las redacciones de los periódicos allá por el mes de abril de 2009, cuando nadie imaginaba lo que daría de sí la gestión del hasta entonces alabado Mellet al frente de Mercasevilla. Al final nos convencimos todos de que era Alaya, un apellido menos común para una juez que tampoco es nada común, y que ha sido elevada a la categoría de diosa para muchos béticos y, por qué no decirlo, hasta para algún que otro sevillista de marcado antiloperismo, si se nos permite la expresión.

Mercedes Alaya era hasta entonces una completa desconocida para el común de los mortales. Ningún ciudadano de a pie sabía quién era esa señora que en el firmamento de la judicatura está ya brillando junto a otros grandes y viejos conocidos como pueden ser Serrano o, incluso me aventuraría a equipararla al brillo de Garzón. Y es que en este país parece que si alguien quiere ser conocido tiene dos opciones: meterse en cuestiones futbolísticas o en la casa de Gran Hermano. De nada le sirvió a ella una carrera brillante con un expediente intachable para que sus méritos fueran reconocidos públicamente. Tras 22 años ejerciendo como juez, tuvo que ser el Betis y el señor Lopera los que hicieran que más de media ciudad creyera que la labor de esta señora no tiene precio, como dice el anuncio. Sus incondicionales han creado hasta un grupo en Facebook en el que esta magistrada ya cuenta con casi mil seguidores. ¿No se lo cree? Sólo tiene que comprobarlo, y podrá ver que en el denominado muro la proponen como "la próxima inquilina de La Moncloa". Todo un carrerón con sólo 46 años.

Pero la titular desde hace 12 años del Juzgado de Instrucción número 6 parece estar ajena a toda la bola mediática que se ha creado a su alrededor. Alaya no es nada amiga de la prensa y se siente incómoda cuando sabe que un periodista está merodeando por los alrededores de su despacho. No le gusta hablar con los plumillas, pues es de ese tipo de magistrados que siempre afirma que "habla por sus sentencias". Es de los que prefieren el trabajo callado y no alardear ante los medios de comunicación, aunque esto ha sido inevitable. Pero muchos aseguran que en sus resoluciones se ha "extralimitado" y ha dado "titulares fáciles a la prensa", de ahí que las malas lenguas digan que en el fondo le "gusta coquetear con los medios". Su entorno más cercano, en cambio, afirma que ella está ajena a todo este revuelo, pues "no tiene ni tiempo para leer los periódicos".

Dura, vehemente, hasta inquisidora, son algunos de los calificativos que se ha ganado esta magistrada, lo que unido a su aspecto de diva ha hecho que muchos la critiquen por altiva y que entre los pasillos de los juzgados circule la especie de que no tiene grandes amigos en la judicatura. La verdad es que su look concuerda con su fama de mujer segura y con carácter. Tacones de vértigo y estilosos vestidos forman parte de su indumentaria diaria, en la que lo más casual que se permite llevar son unos vaqueros -perdón, unos jeans- con una chaqueta.

En lo que todos coinciden es en su capacidad de trabajo. Muestra de ello es que de los 208 jueces que aprobaron el acceso a la carrera judicial, ella fue la 16 en la lista. De las primeras. Mercedes Alaya no deja nada para mañana. Cuando está de guardia se lleva al desangelado despacho del juzgado los asuntos que le quedan por revisar, e incluso ha llegado a poner autos entre declaración y declaración de algún detenido. No es nada raro verla pasearse por los pasillos del Prado con un abultado maletín con ruedas para poder llevarse el trabajo que le queda pendiente a casa, donde ha pasado más de un fin de semana encerrada estudiando la abundante documentación de los casos Mercasevilla y Lopera.

Alaya es tozuda y persistente y no dejará ambos casos hasta que los exprima y saque todo el jugo. Sólo hay que ver que ella permanece ajena a la recusación que le han planteado porque su marido fue auditor de Mercasevilla. Ella no se va a abstener y está dispuesta a capear este nuevo embate de las defensas del caso. Que Dios coja confesados a los que algo tengan que ocultar, porque Alaya tiene la toga muy bien puesta.

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