Los bancos en los andenes, todas las marquesinas, las máquinas expendedoras y hasta los árboles que en un futuro darán sombra a los aparcamientos de unas estaciones que están casi llenas, aunque sea sólo por los operarios que pulen los últimos flecos. Cuando faltan tres días para su inauguración, las infraestructuras del Cercanías del Aljarafe están casi acabadas. Es un casi porque todavía se ve a un nutrido grupo de trabajadores cerca de las vías que unirán ocho pueblos del norte del Aljarafe con Sevilla.
Solo se percibe más movimiento en la estación de Santiponce-Valencina de la Concepción, en la que están enfrascados con los viales. No en vano, la rotonda de acceso se construyó en apenas dos días, según explican a pie de obra. Y camiones que no falten: en apenas un minuto se vieron cinco saliendo y entrando.
Esta estación, como el resto, ya está debidamente señalizada. En Camas, hay carteles que indican su presencia justo cuando el conductor se adentra en el polígono Los Girasoles. La distancia no la indican, pero está a 400 metros de las primeras viviendas de la barriada de la Cruz, la única que tiene la estación a tiro. El resto del pueblo dista al menos kilómetro y medio, como ya lamentó el alcalde, Rafael Recio (PSOE).
La única solución es la colocación de una parada de autobús (en este caso para la línea M-170) en el recinto, algo que el Consorcio de Transportes del área metropolitana anunció para todo el Cercanías del Aljarafe modificando cinco de sus rutas. Se pudo ver ayer sobre el terreno: los conductores de la M-102 pitaban a los trabajadores de las obras de la remozada estación de Villanueva del Ariscal-Olivares.
Conocido su horario, número de trenes (41 viajes por día) y el tiempo de paso (40 minutos en hora punta y una hora en el resto) solo faltaba el precio. El billete sencillo, en principio, oscilará entre los 1,45 euros que costará el desplazamiento entre la estación más cercana de la comarca (Camas) y Sevilla, y los 2,80 que tendrán abonar los vecinos que cojan el tren en la más alejada, Benacazón. Eso sí, puede salir más barato si se compran de ida y vuelta o se recurre a los bonos. De este modo, el nuevo servicio quedará dividido en cuatro zonas para fijar las tarifas.
El precio y la distancia con el casco urbano son las quejas ante el estreno, aunque entre los vecinos prima la satisfacción por un proyecto por el que se lucha desde 2003. Hay excepciones muy cerca. En Espartinas, por cuyo suelo paradójicamente pasa la vía férrea, un cartel muestra el sentir del pueblo: "Griñán y Zapatero, ¿quién se ha llevado el dinero de la estación de Espartinas?"
