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El PSOE busca su refugio en la 'excepción sevillana'

La tensión crece en una estructura provincial que sólo sellan los resultados y la falta de referentes claros.

el 26 nov 2011 / 20:04 h.

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El bastión. El 20-N ha dejado varios hechos incontestables. Sevilla es la única provincia en la que el PSOE ha vencido al PP y, por tanto, la única -junto a Barcelona- que se le ha resistido a los populares. Es la región en la que los socialistas han conseguido un mayor incremento respecto a las municipales, pero también una de las que más votos ha perdido. A partir de ahí, hay dos formas de encajar los resultados. En la primera marca el ritmo la dirección, con su presidente y su secretario general a la cabeza. "Somos más que nunca el bastión del PSOE, el azote del PP", resumía Fernando Rodríguez Villalobos. La segunda tiene múltiples voces, casi todas anónimas: "Los resultados son un desastre. Se han perdido más de 185.000 votos y se perderán más". Sevilla no es una isla. Pero ni en uno ni en otro sentido. Ni se puede plantear como victoria en una derrota histórica de los socialistas ni se puede obviar que el tsunami del PP lo ha arrasado todo, pero no se ha llevado por delante a la provincia.

Precariedad. El primer efecto de esta situación es orgánico. La ejecutiva llegó a estas elecciones más que cuestionada. El PSOE venía de perder la capital y de ser el epicentro del mayor escándalo de Andalucía, en el que su secretario general está señalado. Los comicios eran una prueba de fuego. Y se ha superado. Unos lo apuntan más euforia: "La ejecutiva ha salido fortalecida, se han disipado las dudas". Otros, con menos: "No es que salga reforzada, es que si no gana no hubiera resistido". Pero si los pilares sobre los que se sustenta el partido en Andalucía, como se apunta desde la dirección, son los de Sevilla, éstos no son firmes. Y no sólo por la figura de José Antonio Viera y por el caso de los ERE. Aunque la ejecutiva ponga como ejemplo "la cohesión" de Sevilla, la realidad no es que haya una adhesión firme, simplemente no hay referente alguno que encabece un movimiento alternativo. Y realmente, tampoco hay un referente claro del oficialismo. Ya no hay un pulso de sectores. Hay casi tantas sensibilidades como dirigentes. Y nadie al frente. "El partido está roto, la ejecutiva está agotada", señala un destacado dirigente. ¿Y quien apuntala a la dirección? El Regional, los líderes provinciales, los críticos que se defienden del PSOE-A... Cada uno tiene su respuesta. Pero hay una clara: los resultados.

 

Movimientos. Pero la tensión crece. Cada vez hay más focos. El entorno de los caballistas y el de los críticos claman por una integración real en el partido, más allá de los gestos que ha protagonizado el secretario de Organización, Enrique Cousinou. Éste, a su vez, ha acabado tan distanciado del núcleo más próximo a la número dos del PSOE-A, Susana Díaz, que el enfrentamiento se ha tensado en varios frentes. Y nombres como Carmelo Gómez, Alberto Moriña o Javier Fernández vuelven ahora a buscar su sitio. Las Juventudes, con un efecto más simbólico en este puzzle, están rotas. Sea por desavenencias personales o por un movimiento precongresual, están descabezadas y fracturadas. En la provincia, la única voz clara que se escucha asumiendo el peso de los resultados es la de Villalobos, mientras líderes como Javier Fernández o Antonio Gutiérrez Limones siguen a la espera. Y en la capital, Juan Espadas hace esfuerzos por hacerse con las riendas, pero le sigue faltando una base sobre la que apoyarse. Mientras las direcciones de las agrupaciones miran a uno y otro lado ante posibles rebeliones como el amago de moción de censura en Macarena. Otro sector, con nombres como Luis Ángel Hierro, quien ya dio una vez el paso, empieza a prepararse. Y un grupo de una treintena de militantes, con algún destacado dirigente de la capital incluido, y con nombres como el de Blas Ballesteros al frente, ya preparaba el pasado viernes un documento a favor de más democracia interna y una renovación completa -algunas fuentes apuntan a un contacto con Carme Chacón- en el que se quiere responsabilizar directamente a Espadas de la derrota en la capital. Y otros dirigentes, alguno en la ejecutiva, en un arranque de sinceridad, lanzan su conclusión: "Tenemos que dar un paso atrás todos. Dejar paso a la renovación".

Expectativas. El segundo efecto del 20-N son las expectativas que genera. "Hay partido", repiten unos y otros. Una llamada a la responsabilidad. Pero la resistencia se asienta sobre una estrategia cortoplacista que pasa por perder el menor número de votos posible y asumir que el PSOE debe sobrevivir de una fidelidad histórica, de apelar al sentimiento y del miedo a la derecha. Así van dos elecciones. Ni convencer al votante exigente ni llegar a las clases medias. Para eso, el PSOE de Sevilla requiere autocrítica. Cambios. Y muy profundos.

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