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El PSOE puede hacerse con Euskadi, pero pierde Galicia

Si se estableciera un listado de los triunfadores de la noche electoral de ayer, su composición estaría encabezada por los nombres de Alberto Núñez Feijoo y Patxi López. El primero recupera para el Partido Popular su feudo natural de Galicia después de cuatro años de gobierno bipartito integrado por los socialistas...

el 15 sep 2009 / 23:24 h.

Si se estableciera un listado de los triunfadores de la noche electoral de ayer, su composición estaría encabezada por los nombres de Alberto Núñez Feijoo y Patxi López. El primero recupera para el Partido Popular su feudo natural de Galicia después de cuatro años de gobierno bipartito integrado por los socialistas y por el BNG mientras que el segundo hará historia si se convierte, salvo sorpresa en contrario, en el primer lehendakari no nacionalista en la trayectoria autonómica del País Vasco.

Hay otras personas que se pueden arrogar el éxito de las convocatorias electorales, como el también popular Antonio Basagoiti, cuya formación pierde dos escaños pero se convierte, junto a UPD, en la clave para el cambio en Euskadi, pero si hubiera que buscar a un tercer ganador, se encontraba anoche en la calle Génova y no es otro que Mariano Rajoy, a quien los resultados le dan un respiro que muchos ni imaginaban hace dos semanas.

En el País Vasco, los sondeos reseñaban la posibilidad de un cambio de Gobierno después de tres décadas de dominio nacionalista. Ganó Juan José Ibarretxe, pero sus 30 escaños le reportan una victoria amarga, pues la satisfacción por la cómoda mayoría social que alcanza le coloca en una situación similar a la del PP de Galicia hace cuatro años: el resultado no le sirve para mantenerse en el poder.

El todavía presidente del Gobierno vasco puede presumir de haber sabido resistir el ascenso del PSE de Patxi López, al que muchos auguraban incluso la victoria en número de diputados, pero la aritmética electoral es inflexible: si el PP y el diputado que ha conseguido la formación de Rosa Díez en Álava quieren, y es casi seguro que será así, López se sentará en el despacho del lehendakari estos próximos cuatro años.

Las elecciones vascas ofrecen también otras lecturas. El batacazo de Eusko Alkartasuna lo deja en una posición casi marginal y muy alejado de la posición de centralidad que creía ocupar en el escenario del nacionalismo democrático, algo que también le ocurre a la rama vasca de Izquierda Unida, Esker Batua, que se queda con un solo diputado después de haber participado en el Ejecutivo del Tripartito.

Anoche, el departamento de Interior del Gobierno vasco no facilitó el número de votos en blanco, que hubiera permitido vislumbrar el efecto de la ausencia de las formaciones proetarras en las urnas. Pero ya hay un elemento que nos deja detalles sobre su influencia en las urnas: la participación electoral fue aún mayor que en la anterior convocatoria. La gran mayoría acudió a los colegios electorales y hizo caso omiso a las llamadas al boicoteo que propugnaban los filoetarras.

En Galicia se abre paso una idea: el PP ha ganado las elecciones, pero también podría decirse que ha sido el PSG el que ha perdido las elecciones. Una campaña particularmente sucia en su último tramo hacía vislumbrar que el PP de Núñez Feijoo empezaba a recortar la distancia que le separaba de la mayoría absoluta. En 2005 se quedó a un escaño. Ahora, el futuro presidente de la Xunta sobrepasa el límite de los 38 y hasta consigue un diputado más de los que necesitaba para hacerse con el poder, mientras que los socialistas de Touriño y los nacionalistas de Quintana se empiezan a preguntar qué es lo que han hecho mal para haber aprovechado tan poco la experiencia del bipartito.

El PP recupera su posición en Galicia y, de paso, insufla aire a su líder nacional. Si tantos y durante tanto tiempo se han reafirmado en la idea de que Rajoy se la jugaba en las gallegas y las vascas, hay que colegir que ha salido más que airoso. Ha vencido en su tierra y tiene sus manos la decisión de desalojar al nacionalismo de Ajuria Enea. Y lo ha conseguido con líderes de su confianza (¿alguien se acuerda ahora de María San Gil?) y en medio de un caso de espionaje en Madrid y de la investigación de una trama de corrupción asentada en sus filas.

En el PSOE, los resultados dejan un sabor agridulce. Su fracaso en Galicia, para desgracia de José Blanco, no tiene excusas, pero, a cambio, a José Luis Rodríguez le queda la gran satisfacción de saber que el PSE colocará en la Lehendakaritza al primer presidente vasco no nacionalista de la historia.

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