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El punto de inflexión del 13-M

No sólo la mediocre temporada realizada por el propio Sevilla debe ser motivo de análisis a la hora de plantearse el futuro. No estaría mal fijarse en el ejemplo del Villarreal.

el 13 may 2012 / 22:25 h.

Los jugadores, aplaudiendo a la afición.

Una temporada tan lamentable como la que el Sevilla por fin finiquitó ayer, sólo podía terminar con un partido tedioso, absurdo y casi indigno de una última jornada. Al sevillismo, la puntilla de un año de sufrimientos se la ha dado el tener que ver a sus futbolistas jugando en un estadio semivacío, ante otro rival que no se jugaba nada y, encima, a la misma hora en la que la Liga ponía en juego sus partidos más interesantes:los que deciden los equipos que se marchan al purgatorio de la Segunda División. ¿A quién compete explicar el motivo por el que Espanyol y Sevilla se enfrentaron a la misma hora que los equipos que se jugaban algo?

Pasado mañana hace cinco años que los mismos contendientes se vieron las caras en Glasgow para disputarse una final continental. Aunque para el Espanyol fue algo más que una raya en el agua, sobre todo porque perdió, aquel partido en clave sevillista supuso el culmen de un equipo único y capaz de todo. Con la final ganada a los ‘pericos', el Sevilla se puso en órbita y se supo el rey del mundo. Poco después perdió una Liga en la penúltima jornada y vino una Copa del Rey. Casi nada al aparato. Ha pasado un lustro y y ahora toca reinventarse casi como cuando se fue a Segunda una década antes, pero el problema es que el sevillismo aún tiene el paladar acostumbrado a las mieles que, aunque faltaran los títulos, sí que se había acostumbrado a saborear cada temporada con la certeza de que su equipo se pasearía por el Viejo Continente, cómo no.

No sólo la mediocre temporada realizada por el propio Sevilla debe ser motivo de análisis a la hora de plantearse el futuro. No estaría de más mirarse en el espejo de un Villarreal con el que se ha competido mucho en los años de bonanza para lograr títulos y clasificaciones europeas. Cierto es que el club amarillo es un artificio montado a base de talonario cuya historia bucea en la Tercera División, pero desde que en aquella promoción el Sevilla lo mandara a Segunda, los caminos de ambos equipos han corrido casi en paralelo. El Madrigal siempre fue un campo complicado y el Villarreal un adalid del buen fútbol. Lo mismo que el gran equipo que hasta no hace mucho hacía de Nervión un fortín y sorprendía al mundo con un fútbol vertiginoso. Ahora es el momento de trabajar en busca de la vacuna contra la catástrofe, aunque sea sólo por si acaso.


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