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El quinto salvó a los ‘fuenteimbros’

Fernando Adrián le cortó una oreja sin terminar de cuajarlo por completo. Gonzalo Caballero se llevó otro trofeo por su arrojo

el 13 abr 2012 / 20:37 h.

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El novillero Javier Jiménez recibe con el capote a su primer enemigo durante la novillada de Feria de Abril. Foto: EFE.

Con o sin orejas, el festejo fue espeso y glacial, como ese aire fresco que levantaba los reposteros y barruntaba las aguas que están por llegar. Pero los novillos de Fuente Ymbro, uno a uno, fueron echando por tierra lo mucho que se esperaba de ellos. El catálogo de encastada mansedumbre, a pesar de su movilidad, no convencía a nadie pero cuando salió el quinto cambió la decoración.

Para entonces nadie daba un duro para que el largo festejo se enmendara aunque las cositas buenas que se empezaron a vislumbrar en la lidia de ese ejemplar animaron a la parroquia y al propio Fernando Adrián, que apenas había podido estirarse con el capote en el recibo. Pero el utrero rompió definitivamente en la muleta y el madrileño, después del inevitable y previsible péndulo en los medios, le enjaretó una serie diestra que despertó al público de la siesta. Por fin había un animal bravo en el ruedo. Sin embargo, a la digna labor de Fernando Adrián le faltó redondez, pulso, apuesta y estuvo muy lejos de las muchas y muy buenas cualidades que él mismo había mostrado en este ruedo en las dos temporadas anteriores.

Pronto y alegre, el novillo también se desplazó por el pitón izquierdo aunque siempre quedó la sensación de que el torete precisaba más temple y ajuste en algunas fases en las que sobraron prisas y distancias mientras las series se sucedían con trepidante velocidad. Lo arregló en parte volviendo al lado derecho. Se elevó entonces el tono del trasteo aunque no llegó a apurar por completo la bravura del animal. La estocada, efectiva, le sirvió para cortar una oreja. Después hubo que frotarse los ojos viendo al senado hispalense –o a los que prestaron el abono– pidiendo un segundo trofeo para un trasteo que no mereció ni de lejos ese honor. Antes le había venido un largo el segundo, un novillo bravucón que empujó con bríos en el primer puyazo y se quiso quitar el palo en el segundo. Adrián no llegó a someter la encastada y molesta movilidad del animal, que pedía más látigo que seda y acabó rajándose. El chico mejoró el nivel manejando la zurda aunque sin dar ese paso adelante que habría convertido en épica lo que no pasó de gresca.El debutante Gonzalo Caballero también se llevó una oreja desmesurada que paseó como si hubiera acabado con el cuadro. Aunque, las cosas como son, el chaval se quedó quieto y se pasó cerca ese tercero que se movió con mansedumbre picante en la muleta.

Eso sí, mejor en la larga distancia que en las cercanías, donde siempre quiso echar mano al torero. Con más oficio se habría ahorrado unas cuantas palizas. Con el sexto, destroncado al hundir los pitones en el suelo, no hubo nada que hacer además de pasar unos cuantos sustos.

Javier Jiménez tuvo pocas opciones. Con el primero, andarín, molesto y pegajoso, se empleó en una larga labor fundamentada en el pitón izquierdo que nunca llegó a tomar vuelo. Con el cuarto tragó quina, esquivando los navajazos que le lanzaba el bicho, un marrajo peligroso que estuvo a punto de hundir la novillada definitivamente. De postre se llevó una tremenda cogida –el novillo le había avisado– en la que no resultó calado. Menos mal.

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