Reparador de relojes es un oficio que no abunda. "Si acudimos al relojero por una avería, sólo estamos dispuestos a pagar un pequeño porcentaje del precio del reloj", advierte este profesional. Para una pieza que cuesta 20 euros, el relojero tendría que cobrarnos sólo unas monedas para que no optemos por comprarnos un aparato nuevo. Pero su trabajo puede llevarle varias horas. La conclusión es decepcionante para estos artesanos a los que se les pasa el tiempo encorvados, con los cinco sentidos y el monóculo sobre una virguería suiza o resucitando las entrañas oxidadas de un cuco.
El reloj, a menos que prefiramos el que no marca las horas del bolero, es ya un objeto de lujo, y la relojería es la reina de la mecánica, pero precisa de nuevos usos para sobrevivir con los tiempos que corren. Y éstos pasan por la resurrección de máquinas centenarias, con más valor sentimental que utilitario, y por la relojería monumental. Las primeras dependen de coleccionistas y la segunda de las administraciones. Y en ese nuevo campo se abre camino esta familia de Los Palacios y Villafranca para aguantar.
En su taller y tienda de la calle Postas, se le pasan a este hombre las horas enfrascado en mil y una excursiones por los entresijos oníricos de estas máquinas cuyo pálpito mecánico se interrumpe o se recupera en sus manos de gorrión, cirujano del tiempo. Desmonta piezas milimétricas de un reloj de cuarzo o monta el caparazón bombeante de uno de pared, como un ataúd centenario al que su posición vertical lo animase a cantar las horas.
Sus preferidos son los relojes mecánicos de hace un siglo o dos, cuyas máquinas, una vez recuperadas, prometen seguir latiendo varias centurias más. No sólo porque estas reparaciones son las únicas rentables, sino porque en su latir encuentra la razón de ser de su oficio, que cada día depende más del mantenimiento y reparación de relojes monumentales.
Por otra parte, además de los que anuncian las horas a campanada limpia en el Ayuntamiento de Los Palacios y Villafranca y en la plaza de abastos del pueblo, esta familia presta sus servicios en casi toda la parte occidental de Andalucía, especialmente para los relojes monumentales, que son los que por ahora garantizan un salida a este sector. Por eso ahora aporta orgulloso su título de artesano, cuya validez, vaya paradoja, tiene los años contados: cuatro, es decir, exactamente 35.041 horas.