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El respeto a la intimidad

Lamentablemente, en nuestro país existe una notable caterva de ociosos, con menos cultura que una lombriz, y que además sienten una clara predisposición al cotilleo. Sobre ese sustrato social de encefalograma plano ha crecido una floreciente industria que se autodenomina prensa del corazón...

el 15 sep 2009 / 04:58 h.

Lamentablemente, en nuestro país existe una notable caterva de ociosos, con menos cultura que una lombriz, y que además sienten una clara predisposición al cotilleo. Sobre ese sustrato social de encefalograma plano ha crecido una floreciente industria que se autodenomina prensa del corazón y que, lejos de informar, se limita a colmar y saciar el supuesto derecho a entrar en la esfera privada de los demás, con el pretexto de que se trata de personas con proyección pública.

Todo ello envuelto en papel de celofán rosa, pero ocultando que, en muchas ocasiones, se interfiere en la esfera de la privacidad de quienes se sienten indefensos ante periodistas paparazzi, cámaras y micrófonos que violentan su intimidad. Porque si bien es cierto que hay quienes se sirven de ese tipo de prensa para darse notoriedad, normalmente aquellos que no cuentan de otros recursos para sustentar su popularidad, de la que viven, también es verdad que hay otro tipo de ciudadanos que sufren un auténtico acoso injustificable, y cuyo único pecado o virtud es ser personajes públicos o el mero hecho de ser parientes de alguien que tiene esa consideración. Ya es hora de que se ponga freno a la indecencia que implica el ignorar, con claro ánimo de lucro, esa esfera de intimidad y privacidad.

En tal sentido, considero que puede resultar un revulsivo y crear un importante precedente, verdadero aviso para navegantes, el procedimiento que ha interpuesto una ciudadana, a la sazón hermana de la princesa Letizia Ortiz, con el fin de que se le garantice algo tan esencial como la propia paz familiar. Porque no se puede consentir tanta desvergüenza al amparo de un ilegítimo derecho a divulgar lo que no debe interesar a nadie, a no ser que confundamos que el derecho a la información elimina otros derechos fundamentales a todos reconocidos. Y pese a que la sentencia en primera instancia ha sido en su contra, aún no se ha puesto término a la vía judicial, teniendo en todo caso la última palabra el Tribunal Constitucional.

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