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El retrato de Dorian Gray: Un nuevo Dorian

el 08 jun 2010 / 19:17 h.

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Considerada como una de las últimas obras clásicas de temática gótica (un género que tuvo su máximo esplendor entre mediados del siglo XVIII y la práctica totalidad del XIX con nombres como  Poe, Bécquer, Mary Shelley, Stoker o Wilde como sus máximos exponentes), El retrato de Dorian Gray siempre ha arrastrado tras de sí una estela de controversia derivada, sobre todo, de los tintes homoeróticos con los que Wilde salpicó su única novela (el propio escritor fue condenado por prácticas homosexuales). Pero lo cierto es que, más allá de esas absurdo halo de escándalo que ha acompañado al título desde su publicación, El retrato de Dorian Gray es un trabajo sublime de un Wilde que disecciona con mordacidad y sin piedad a la encorsetada sociedad inglesa de su época.  

Como suele suceder, tan jugoso material no ha pasado desapercibido para el séptimo arte, y son muchas las ocasiones que el cine se ha acercado a la novela para intentar adaptarla (cosa nada fácil, todo sea dicho) datando la primera de 1913, y siendo quizás la más conocida aquella que Albert Lewin dirigía en 1945 con George Sanders como el malvado Lord Henry Wolton.  

Y ahora le ha tocado el turno a Oliver Parker, un realizador que se dio a conocer en 1995 con su correcta adaptación del Othello de Shakespeare y que se atreve con este relato que gira en torno a un apuesto caballero londinense llamado Dorian Gray, obsesionado con la idea de una eterna juventud, un deseo que le será concedido por una estatua de un dios egipcio (gran cambio con respecto al libro), que le dotará de la eterna juventud mientras un retrato suyo envejece, desencadenándose  una serie misteriosos asesinatos relacionados con el enigmático cuadro.

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