El príncipe Felipe saluda al rey Juan Carlos en presencia del presidente de la Federación Española de Tenis, José Luis Escañuela (i), en el estadio olímpico de La Cartuja.
La final traspasó su segundo día y dio la impresión de que hubo menos gente en la cancha de tenis de La Cartuja, aunque los datos oficiales apuntan a una subida de 340 espectadores. Si hubo merma, desde luego no se produjo entre la hinchada argentina: de nuevo 2.000 o más aficionados, todos gritando y cantando y botando durante las dos horas clavadas que duró el visto y no visto que fue el partido de dobles. Hasta el juez árbitro tuvo que llamar la atención a esta especie de pilas Duracell humanas que siguen y siguen y siguen... Entre los seguidores de la Armada hubo dos que el viernes no estuvieron. Uno fue el Príncipe Felipe. El otro, el presidente de la Junta.José Antonio Griñán fue uno de los componentes del comité de recepción de Juan Carlos I, cuyo horario se diseña al milímetro: como el día antes, su coche se paró delante de la entrada de la tribuna 25 minutos antes de que comenzase el partido. Allí aguardaban Griñán, el alcalde Zoido y el presidente Escañuela. Felipe llegó un cuarto de hora después, casi al mismo tiempo que comenzaban a sonar los himnos. El monarca actual y el monarca futuro no coincidían en un evento deportivo desde aquel Getafe-Bayern de la Copa de la UEFA en abril de 2008, y antes desde la final de waterpolo de los Juegos del 92. La Casa Real dobló su ayuda el día del dobles, pero los que estaban abajo, en el polvo de ladrillo, no hicieron su trabajo.
