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El rincón más sabroso de Sevilla

Nació y creció entre estantes de mediados del siglo XIX. Pronto estuvo detrás de una barra y, cuando le llegó la hora, se hizo cargo del negocio familiar. Continuó con la tradición que, desde 1860, había marcado el destino de su familia: regentar el bar El Rinconcillo, el más antiguo de Sevilla. Foto: A. Acedo

el 15 sep 2009 / 07:17 h.

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Nació y creció entre estantes de mediados del siglo XIX. Pronto estuvo detrás de una barra y, cuando le llegó la hora, se hizo cargo del negocio familiar. Continuó con la tradición que, desde 1860, había marcado el destino de su familia: regentar el bar El Rinconcillo, el más antiguo de Sevilla -1670- y uno de los de mayor solera de toda Europa.

Tras 77 años vinculado a esta emblemática taberna hispalense -toda su vida-, Carlos de Rueda Ordóñez no podía imaginar que el éxito de su local llegara "a estos niveles de popularidad". Y eso que las espinacas y pavías de bacalao de su cocina son más que conocidas y aclamadas en buena parte de la ciudad.

Ayer, más de un centenar de sevillanos se reunieron en el local de la calle Gerona para acompañar a este hombre en el homenaje que el Ayuntamiento y la Empresa Metropolitana de Aguas de Sevilla, Emasesa, le rendían con la concesión del primer premio Gotas de Sevilla, a la trayectoria ciudadana.

Según explicó el alcalde de la ciudad, Alfredo Sánchez Monteseirín, mientras entregaba la distinción, "la importante labor de promoción turística y engrandecimiento de la ciudad, el valor y carisma que ya tiene para los sevillanos y el volumen de trabajo que generan para Emasesa este tipo de negocios, le han hecho merecedor del galardón".

Un galardón ante el que Carlos no pudo menos que emocionarse y agradecer, no sólo a políticos y ciudadanos asistentes sino sobre todo a su familia, el haberle ayudado a llegar donde ha llegado: "Sólo somos una saga de modestos taberneros y queremos seguir siéndolo", comentó apoyado en su bastón mientras sus nietos, aún pequeños, sostenían la noria del Carambolo, símbolo de Emasesa en broce y el diploma otorgados.

Sus hijos ya le han cogido el relevo a Carlos. El mayor, Carlos como él, y Javier regentan este pequeño rincón en el que aún quedan restos de su origen -como el azulejo que reza "Jerez Solera, 1670; Chato 40 céntimos"- en convivencia con las más modernas tecnologías. "A mí ya me quitaron de en medio porque ya no valía ni para cobrar", bromeó el homenajeado haciendo referencia al ordenador con el que ahora se hacen las cuentas del bar.

Desde que él pesara los alimentos en una balanza, cuando El Rinconcillo también era tienda de ultramarinos, ha llovido mucho, pero la esencia de este lugar sigue siendo el mismo: "Lo que pretendemos en que este bar continúe con su historia y evolución sin perder su solera", señaló el empresario, quien consideró que "las cosas se tienen que adaptar a las necesidades de los nuevos tiempos".

"Él ha sabido conjugar tradición y presente", contribuyendo al mismo tiempo al patrimonio cultural y arquitectónico de la ciudad. Las palabras del consejero delegado de Emasesa, Manuel Marchena, no dejaron dudas del valor que la familia Rueda ha tenido para Sevilla.

"Y seguirá teniendo, al menos durante algunos años", comentó Carlos de Rueda hijo, quien aún no tiene muy claro si sus hijos y sobrinos -nietos del homenajeado- seguirán con la tradición de las ocho generaciones de Rueda anteriores: "Aún son jóvenes para decidir. Lo que tenga que venir, vendrá".

Lo que está claro es que, de momento, este lugar seguirá saciando la sed y el hambre de los que se acerquen por Santa Catalina. "Lo importante son las vivencias que la mayoría de sevillanos ha tenido en este lugar", comentó el alcalde de la ciudad al cerrar este acto, que estuvo amenizado con jóvenes medievales que recrearon El Rinconcillo del siglo XVII.

A final de año se volverá a otorgar el segundo premio Gotas de Sevilla, enmarcado en los actos del Programa Cultural de Emasesa en el que se valorará la antigüedad, la permanencia y la positiva difusión de la imagen de Sevilla.

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