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El Rocío, un hospital para las almas

El obispo de Huelva recuerda el drama del paro durante su homilíaenelPontifical.

el 23 may 2010 / 20:21 h.

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Los representantes de las 107 filiales, con los estandartes.

El más rezagado de todos, el Simpecado de Triana. El de la Virgen Chiquita fue el último estandarte de las 107 filiales en subir al estrado levantado ante el monumento de la coronación, antes de que lo hiciera la representación de la hermandad Matriz de Almonte. Es Domingo de Pentecostés y, después de una madrugada hecha para trasnochar, la aldea despierta sobresaltada por el estallido de cohetes, el repique de los campaniles de las casas de hermandad y los sones del tamboril y la flauta.

Bajo un intenso calor, el Real del Rocío acoge por la mañana la solemne misa de Pentecostés, el acto litúrgico culmen de la Romería, presidida en esta ocasión por el obispo de Huelva, José Vilaplana, y por el emérito onubense, Ignacio Noguer. Las miles de sillas de tijera desplegadas por la hermandad Matriz son ocupadas rápidamente, un aforo que se ve reforzado por las sillitas playeras, taburetes y butacas que los fieles más previsores traen de sus casas, y por los centenares de romeros que siguen la ceremonia en pie desde los porches y azoteas de las casas.

En representación de la hermandad de La Puebla del Río, que cumple su 75 aniversario fundacional, son las voces del mítico grupo de sevillanas Los Romeros de la Puebla las encargadas de amenizar esta misa pontifical. Todo un acierto puesto que las letras archiconocidas de sus cantes y sevillanas, clásicas, llenas de sabor, fueron coreadas por multitud de romeros. Cánticos como el Cantemos romeros, Acércate peregrino, la Salve Rociera y sevillanas tan inmortales como el Tiempo detente o Solano de las Marismas, imprescindibles en las noches de camino, llenaron de sabor rociero la mañana de la fiesta pentecostal.

Durante su homilía, el obispo de Huelva, José Vilaplana, animó a los rocieros a ser "testigos de Cristo con nuestro hablar y con nuestro hacer, guiados siempre por el Espíritu Santo". El prelado onubense comparó al Rocío con "un verdadero hospital de las almas". "Cuántas personas vienen aquí a buscar el bálsamo que cure las heridas de su corazón. Cuántas personas, agarradas a la reja, descansan en Ella sus preocupaciones y encuentran consuelo para su espíritu", señaló.

Vilaplana se refirió además a la actual situación económica, para citar el caso de un joven que a través de un correo electrónico le transmitía esta semana su desesperanza y su "fracaso personal como hombre y marido" al no encontrar trabajo. "Mirando a estas personas, debemos sentirnos responsables para buscar una respuesta verdadera, pronta y satisfactoria a este desafío de la sociedad", señaló el obispo onubense, antes de apelar a trabajar "en todas las responsabilidades, sin descanso, para hacer posible que salgamos cuando antes de esta situación".

El obispo aseguró que había acogido con "agrado" la solicitud de la hermandad Matriz para que la ermita de la Virgen del Rocío sea reconocida ante la Santa Sede como santuario internacional, una iniciativa que tendría como objetivo primordial el "que este lugar sea un centro que conserve e irradie una auténtica experiencia cristiana; que de la mano de María nos encontremos con su hijo Jesucristo".

Las clásicas sevillanas de Muñoz y Pavón ponen el epílogo a una eucaristía muy participada y de casi dos horas de duración. El retablo multicolor de Simpecados se deshace ordenadamente. Comienza la diáspora. El Rocío cuenta las horas para ver salir a la Virgen.

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