-->--> -->Son pocos -48 nazarenos- pero cada año van conquistando nuevas plazas. La última: la del Salvador. El reducido cortejo del Cristo de la Corona alargó ayer su recorrido llegando al Salvador, Sagasta y el andén del Ayuntamiento.
No hubo visita al Palacio Arzobispal, como en los dos últimos años, aunque el báculo hispalense estuvo bien representado.En su primera Semana Santa como arzobispo de Sevilla, Juan José Asenjo presidió la salida de la cofradía. Monseñor empuñó la vara dorada hasta la plaza Virgen de los Reyes, lugar donde -previos cabezazos y apretones de mano con los nazarenos de la presidencia- se despidió.
Hizo frío. En el mar de cabezas de la calle Alemanes sobresalía el gorro rojo de lana de un francés, que no dejaba de disparar fotos aprovechando el lienzo de la fachada catedralicia. Llegan las primeras fotos, los primeros niños al hombro y los primeros comentarios de quien se ha empapado los programas de mano hasta la última línea: "Jose ya está el frontal tallado", comentan unos jóvenes, mientras que justo al lado una pacense y sus padres se enzarzaban en una absurda discusión por si los acólitos eran o no curas:"No creo, más bien serán seminaristas".
Como novedad, la hermandad incluyó un pequeño tramo de penitentes con cruces arbóreas, que portarón al revés, como la lleva el propio Nazareno de la Corona.
Mientras el adoquinado del Centro recibía la primera cera de la Semana Santa, uno de los costaleros pone la tónica melancólica del día:"Escucha, esto empieza a terminar". El Viernes de Dolores se consume.