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El Sagrario se viste de ruán morado

La calle Alemanes parecía Domingo de Ramos: los niños subidos sobre los hombros de sus padres, las cámaras -o móviles- en ristre y, cómo no, una hilera de nazarenos con sus túnicas de ruán morado.

el 16 sep 2009 / 00:53 h.

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La calle Alemanes parecía Domingo de Ramos: los niños subidos sobre los hombros de sus padres, las cámaras -o móviles- en ristre y, cómo no, una hilera de nazarenos con sus túnicas de ruán morado. El Cristo de la Corona, por primera vez, estuvo acompañado por un séquito de 42 nazarenos. Tal vez esa novedad despertó la expectación en el Centro, que se transformó en un tumulto de cofrades que se acercaban a estrenar la Semana Santa.

Mientras se agolpaban entre las escalinatas cercanas a la puerta del Perdón, en el interior salían los primeros capirotes de la parroquia del Sagrario para iniciar su caminar por el Patio de los Naranjos y, seguidamente, abrir el portalón. De puertas para fuera, aún había algún que otro conductor despistado que quería llegar como fuera a la mismísima plaza del Triunfo, a pesar de la multitud y las advertencias pertinentes de la Policía Local.

Los nazarenos aparecieron como los antiguos, llevando la cola recogida en uno de sus brazos. Una forma de llevar la túnica que, según el hermano mayor, Alfonso Mateos, no descartan mantener en años venideros. En cuanto los primeros pisaron las gradas de la Catedral, había algunos que ya empezaron la cuenta atrás para saber cuánto tardaría el paso. Como María Luisa y su novio, Pablo. "¿Cuántos van?", le decía él. "Ya van 33", contestó ella. Y ambos estiraban el cuello como podían porque sabían que, de un momento a otro, iba a hacer acto de presencia el Cristo de la Corona.

Además, estaban en el peor sitio: a los pies de las escaleras y tapados por una gran columna y un naranjo. Pese a todo, fueron de los primeros que mandaron callar en cuanto empezaron a escuchar la música de capilla. Un silencio que duró el tiempo que tardó un niño en rogarle por enésima vez a su padre que pidiera un caramelo a esos nazarenos

El Cristo de la Corona apareció, media hora después que la cruz de guía, con sencillez: con su canastilla de madera y adornado con un manto de lirios morados. Pero también rodeado de flashes y de algunos jóvenes que, en su intento de acercarse a la talla, casi resbalan después de quedar al borde de las escalinatas.

Tras rodear el templo, la comitiva hizo una parada, por segundo año consecutivo, en el Palacio Arzobispal. Esta vez, el cortejo se adentró hasta el patio, donde realizó una de las estaciones del viacrucis. Una vez finalizada la visita, se encaminó a la calle Francos y la plaza de San Francisco para, una vez allí, ser la primera cofradía en pisar la avenida de la Constitución. Y, de ahí, llegar a Fray Ceferino González para ser el banco de pruebas ante la posible ampliación de la Carrera Oficial.

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