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El Salvador muda la piel

Inmersa en plena operación estética, la Plaza del Salvador va poco a poco tornándose hacia la estampa que lucía en el siglo XIX. Entre polvo, máquinas, operarios y ruidos, aún es difícil de imaginar el resultado, cuando lo que está a la vista es una parte del nuevo adoquinado, que se pierde entre el zig zag de los pasos habilitados para los peatones. Foto: A.A.

el 15 sep 2009 / 10:45 h.

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Inmersa en plena operación estética, la Plaza del Salvador va poco a poco tornándose hacia la estampa que lucía en el siglo XIX. Entre polvo, máquinas, operarios y ruidos, aún es difícil de imaginar el resultado, cuando lo que está a la vista es una parte del nuevo adoquinado, que se pierde entre el zig zag de los pasos habilitados para los peatones.

La Piel Sensible llegó a la céntrica plaza, con un importante retraso, el pasado 15 de julio. Desde entonces hasta ahora se ha cumplimentado el 30% de la reurbanización, aunque los trabajos de renovación de los diferentes servicios están a más del 90%. Los 14 operarios que a diario se afanan en el cambio de imagen de la plaza están llevando a cabo la retirada de escombros, hormigonado y adoquinado. Concretamente, ya se ha alfombrado con el nuevo adoquín de granito gris el 30% de la plaza.

Las puertas de los bares más emblemáticos de esta popular zona de tapeo han sido las primeras en lucir y desvelar el tan traído diseño y color del nuevo acerado, que será al mismo nivel en toda la plaza. La Bodeguita, bajo los soportales, y La Alicantina, junto a la salida de la calle Córdoba, han vuelto a recuperar sus ya clásicos veladores tras haber estado quince días cerrados por las obras. Quince largos días para los incondicionales de la cervecita en El Salvador, que ayer recuperaban tan magna tradición.

Eso sí, sólo los más valientes porque "a casi nadie se le apetece tomarse algo entre ruidos y polvo", dice Agripino García, encargado de La Alicantina, que reconocía que él mismo no lo haría. Sólo los clientes de toda la vida, los amantes de las tapas de este local casi centenario son "los que no nos fallan".

Las consecuencias ya se dejan notar. "Las ventas han descendido un 70%", asegura Agripino, que al menos se alegra de que ya hayan podido poner las mesas en la calle porque "es lo que más dinero nos deja". Y, aunque ahora el personal prefiera tomarse el ágape en la barra al más puro estilo tabernero, "siempre algún guiri cae y se sienta en la mesa. Menos mal".

Bajo los soportales de El Salvador, en La Bodeguita también siente el tambaleo tras la entrada de las máquinas en la plaza. "Hemos tenido que cerrar del 4 al 18 de agosto", explica su propietario Julio Ortega. Sabedor de que ha perdido, y está perdiendo, mucho dinero, "porque hay que seguir pagando, sueldos, impuestos y préstamos", su único consuelo es que las obras terminen en plazo -esto es, el 15 de octubre-. "Si cerrábamos el bar el pavimentado de la puerta se podía hacer más rápido".

Todo sea por colaborar y que pronto el local vuelva a ser lo que era. "Ya tengo preparados hasta los cárteles indicando que está prohibido sacar los vasos a la escalinata", señala Julio, dispuesto a arrimar el hombro "para evitar que vuelva el botellón a la plaza o que se moleste a los vecinos", y deseando que el "desastre" de las obras pase pronto y deje paso al buen tiempo.

Entre obstáculos. Pero los hosteleros no son los únicos afectados por los trabajos de la céntrica plaza. Los comerciantes también están viendo como han decaído las ventas tras la reurbanización. "Agosto, calor y obras", apunta Manuel, el dueño de la tienda de ropa infantil Jardilín. Él afirma que la peatonalización les está haciendo mucho daño porque "cada vez hay más obstáculos para llegar hasta el Centro", un escollo para el comercio tradicional que "encima se tiene que enfrentar a las grandes superficies de la periferia que, por el contrario, juegan con ventaja porque tienen aparcamientos".

Manuel tiene claro que con "dificultades para entrar en el Centro" y encima las obras "pocas personas quieren venir hasta aquí", más aún cuando su clientela tiene una característica: "suelen venir con niños pequeños en brazo o con los carritos". Vamos que las madres tienen que estar dispuestas a hacer un rally para ir a comprar algo de ropa a los pequeñines.

Y es que para cruzar la plaza hay que armarse de valor. Aunque se ha habilitado una zona de paso para los peatones, ésta no se comunica para poder acceder a las diferentes calles que desembocan en la misma. Para el autóctono no es tan complicado, pero para el forastero El Salvador se convierte en un laberinto en el que el plano deja de ser el aliado. Dentro de poco, el perímetro de la plaza estará pavimentado a falta del centro, algo es algo. Eso sí el que más está sufriendo de todos es la estatua de Martínez Montañés, esperando a que le quiten la envoltura que le protege y que al fin pueda ver El Salvador que Sevilla se merece.

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