Son un elemento más del mobiliario urbano, pero el Ayuntamiento ha tenido en los últimos tiempos, o en las últimas obras, más de un quebradero de cabeza por culpa de las farolas. Sólo hay que echar un vistazo a las plazas del Centro para ver la variedad que convive a pocos metros: las modernas y polémicas del Pan, Alfalfa y Pescadería, las tradicionales del entorno de la Contratación y las fernandinas de la Avenida que soportan las catenarias.
Las fernandinas más bajas se retiraron de la Constitución y el alcalde, Alfredo Sánchez Monteseirín, anunció que en El Salvador lucirían éstas o las de Caracol, tipo ducha, realizadas para la Exposición Iberoamericana de 1929.
Finalmente, se ha optado por una decisión salomónica: las Caracol ya se ven delante del templo y las fernandinas, en la acera de enfrente. En una encuesta realizada por la web de El Correo, un 32% apoyó las Caracol y un 68% prefirió las fernandinas. Y es que el arquitecto municipal encargado de la obra recomendó restaurar y conservar las farolas del 29 e incluso apuntó que son mejores que las fernandinas por dos motivos: porque no son embebidas por las copas de los naranjos y porque contaminan menos al proyectar la luz hacia donde se necesita.
El periplo de las Caracol, además, ha sido largo. Se hicieron para la Expo del 29 y se usaron para la feria de muestras que cada año se organizaba (hasta los años 60) en el entorno del Lope de Vega (allí se acopiaban en una parcela en un lecho de arena). Modelos similares lucieron en San Francisco y su fuste se usó, incluso, para sostener la catenaria del viejo tranvía. En 1985 llegaron a El Salvador, que en días estrenará su nuevo granito. La reurbanización afronta su última fase y, si se cumplen los plazos anunciados, la reinauguración será el día 15.
