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El Sevilla cae goleado ante el PSG (4-2)

El Sevilla cae ante el PSG tras encajar dos goles en los primeros 19 minutos, empatar gracias a un doblete de Kanouté y volver a regalar otros dos tantos.

el 02 dic 2010 / 20:13 h.

Zokora lucha con Sessegnon.

El Sevilla se jugará el ser o no ser en la Europa League dentro de dos semanas frente al Borussia Dortmund tras caer derrotado en el Parque de los Príncipes ante el París Saint-Germain en un pésimo partido. Otro más. Lo mejor para el equipo de Gregorio Manzano es que llegará a la última jornada de esta fase de grupos dependiendo de sí mismo.

Con los franceses ya clasificados, al Sevilla le basta empatar en el Sánchez Pizjuán ante los alemanes -ganaron 3-0 al Karpaty- para acceder a la eliminatoria de dieciseisavos de final. El problema, sin embargo, es que el actual líder de la Bundesliga necesita vencer obligatoriamente si quiere clasificarse, y viendo el momento que atraviesa el conjunto nervionense, la visita no parece demasiado grata. Todo un partido el que se vivirá el próximo día 15. Una auténtica final.

Tres derrotas consecutivas son muchas, y no casuales. A la frente al Mallorca siguió otra ante el Getafe y ahora esta en el campo del París Saint-Germain. Nueve goles en contra en los tres últimos choques ponen de manifiesto, si es que quedaba alguna duda, que el Sevilla tiene carencias evidentes y no termina de arrancar del todo. Esta vez, su tremenda fragilidad defensiva resultó determinante.

PLANES AL TRASTE. No es cuestión sólo de los zagueros, que también tienen su parte de culpa, sino de todo el equipo. Manzano, sabedor de que el centro del campo no rinde como sería deseable, optó por modificar su esquema dando entrada a tres pivotes (Renato, Zokora y Romaric) para formar una línea de tres en la medular y otra delante formada por Diego Capel, Kanouté y Perotti. Un 4-3-3 que comenzó dejando buenas sensaciones pero que se derrumbó en cuestión de un cuarto de hora de partido.

Cuando parecía que el Sevilla había salido al campo dispuesto a cambiar la imagen de sus últimas comparecencias y Romaric acababa de estrellar un balón en el poste (4'), los planes se fueron al traste tras dos saques de esquina. El primero lo aprovechó Bodmer bajo palos, previo cabezazo de Camara, ante la mirada contemplativa de los jugadores del Sevilla; tres minutos más tarde, Hoarau ponía el 2-0 cabeceando otro saque de esquina.

Dos regalos, dos goles. Y pudieron ser tres antes de alcanzar la media hora de juego si Chantome no hubiese enviado la pelota a las nubes delante de Palop. Entre las concesiones a balón parado y la fragilidad en el centro del campo, incapaz de generar juego y de frenar el del rival, el PSG puso contra las cuerdas al Sevilla. Renato, Romaric y Zokora dejaron claro que están lejos del nivel que deberían dar y que ni el hecho de jugar juntos es solución.

KANOUTÉ, ETERNO. Pese a todo, el Sevilla sacó algo de orgullo. Kanouté -quién si no- volvió a tirar del carro y empató el partido en cuestión de cuatro minutos. Primero remató de cabeza con maestría un centro de Capel y, más tarde, otro posterior de Perotti al meter la pierna en el primer palo para igualar el choque en el minuto 36. Las cosas parecían cambiar.

Nada más lejos de la realidad. Nené hizo el 3-2 justo antes del descanso tras plantarse en la frontal del área y sacar un disparo de rosca sin que nadie le tosiera. En el paso por vestuarios, Manzano modificó su esquema: quitó a Zokora y sacó a Negredo. Hoarau aprovechó una incomprensible pérdida de balón de Cáceres para encarar a Palop y subir el 4-2 en el marcador. Dos goles evitables de buenas a primeras que, por mucho empeño que puso luego el Sevilla -Escudé mandó un balón al larguero-, serían insalvables. Por suerte, queda un partido.

LA RIDÍCULA VENGANZA DE EDEL APOULA. El portero cuya alineación en el partido de la primera vuelta impugnó el Sevilla ante la UEFA se tomó su particular venganza. Y no precisamente realizando un partido espectacular, sino con acciones esperpénticas cuando el choque iba 4-2 y expiraba. Edel se lanzó al suelo sin motivo alguno agarrando con fuerza el balón cada vez que se lo pasaban. Lamentable su actitud. Y el árbitro lo consintió. 

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