El Sevilla tiene en casa dos serios problemas, uno de intensidad y otro de velocidad. El primero da la cara al comienzo de los partidos, sobre todo en el Sánchez Pizjuán y en defensa. En ninguna de las líneas del campo meten los jugadores nervionenses lo que se debe para atemorizar al rival. Pocos partidos habrá en los que se aprecie más claramente esta diferencia, porque los de Jiménez cambiaron radicalmente cuando encajaron los goles del Racing, incluso en la segunda parte, con corazón y precisamente intensidad, embotellaron a los cántabros. Muestra de que al principio no la hubo. La falta de intensidad se tradujo igualmente en falta de presión, y eso se traduce en comodidad del equipo contrario al tocar la pelota, como en los dos goles de Canales.
Y luego está la velocidad. No hay a día de hoy nadie en el centro del campo sevillista que dé un pase de calidad al primer toque, que sorprenda. No hay velocidad en la ejecución ni en el desplazamiento. Romaric y Lolo tardan un mundo en recuperar su posición cuando salen de ella, y si no salen de ella se eternizan y convierten en previsibles hasta el aburrimiento.
Y luego los cambios. ¿Por qué Jiménez opta por Carreño, y no por José Carlos, por Perotti? ¿Por qué cambia de posición a Koné? ¿Por qué no opta por colocar a Adriano en algún extremo?