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El Sevilla se estrella con un Málaga lanzado

A la undécima fue la vencida. Tras siete jornadas ligueras y tres partidos de Copa de la UEFA sin conocer la derrota, el Sevilla dobló la rodilla. Y lo hizo dando una imagen muy distinta a la que había ofrecido hasta ahora por su solvencia defensiva, su pegada y su enorme fortaleza mental. Foto: EFE.

el 15 sep 2009 / 17:25 h.

A la undécima fue la vencida. Tras siete jornadas ligueras y tres partidos de Copa de la UEFA sin conocer la derrota, el Sevilla dobló la rodilla. Y lo hizo dando una imagen muy distinta a la que había ofrecido hasta ahora por su solvencia defensiva, su pegada y su enorme fortaleza mental.

Ayer, un gol del Málaga bastó para desquiciar a un equipo que no tuvo su día, que lo intentó con mucho más corazón que cabeza y que, sin restar mérito al buen trabajo de Antonio Tapia y sus hombres, mereció sumar un punto, no más. Pero ni se vive de los méritos ni estos sirven para escalar o mantener puestos en la clasificación -el Sevilla cae del segundo al quinto tras los resultados de esta jornada- ni para consolarse. El equipo de Manolo Jiménez siempre trató de llevar el peso del juego, y lo consiguió, pero de una forma tan alocada e imprecisa que se convirtió al final en el mejor aliado del Málaga. Adriano, expulsado por dar un codazo, y Chevantón, que entró en la segunda parte y más que aportar cosas positivas enloqueció aún más a todos, personificaron el naufragio

Ya lo había avisado el propio técnico: la buena racha no iba a ser eterna. Viendo la consistencia del equipo en las últimas semanas, había dos opciones: que llegara por culpa del infortunio o por ser peor que el rival. Y el varapalo se asemejó más a la segunda que a la primera, pues el Sevilla no jugó mejor que el Málaga. Éste, sabedor de lo que tenía enfrente, supo jugar su partido: aprovechó un mal ajuste defensivo de Crespo -Konko se cayó del once por unas molestias- para adelantarse en el marcador y luego defendió su renta con uñas y dientes hasta el pitido final. De haber visto al Sevilla de días anteriores, las cosas podrían haber sido distintas, pero...

Ayer, pese al esperado regreso de Luis Fabiano, el equipo fue incapaz de marcar un solo gol, y, lo más significativo de todo: incapaz de generar esas ocasiones tan claras que llevaba se veían partido tras partido desde la era Juande. O Fabuloso fue uno de los primeros en caer en la desesperación, junto a Renato, de nuevo mediapunta pero esta vez sin la clarividencia para hacer daño de otras veces. Si a ello se une que Jesús Navas -nunca tuvo apoyo- sufrió para desbordar y sus centros esta vez no hicieron daño, y que Adriano fue una sombra por mucho que lo intentase, los caminos hacia el gol prácticamente estaban cerrados.

Demasiada ansiedad. Entre el mal día de muchos futbolistas, el gol de Adrián a los 15 minutos tras un error de Crespo, la concentración del Málaga y la mala suerte (Luis Fabiano cabeceó fuera por poco un saque de esquina en el 3' y remató de vaselina al larguero en el 28'), al Sevilla le fue imposible generar ocasiones. Ayer se contaron con los dedos de una mano. Todo fue un quiero y no puedo encabezado por Maresca, sustituido al descanso tras una primera parte plagada de errores en los pases y viendo al equipo fatigado mentalmente.

Romaric ocupó el puesto del italiano tras el paso por vestuarios, pero su presencia tampoco fue determinante. Ni la de Chevantón, que jugó a no-se-sabe-qué y, lejos de hacer su trabajo, se dedicó a marrullear y enloquecer aún más al Sevilla mientras, en el Málaga, Adrián perdonaba el 0-2 al querer picar el balón a Palop tras un error de Squillaci (65').

En plena locura, Adriano se fue a la calle por dar un codazo a Jesús Gámez (66'). Sólo Armenteros, que debutó en Nervión, aportó algo, porque la decisión de Jiménez de retirar del campo a Crespo -el técnico en rueda de prensa no habló de que el canterano tuviese problemas físicos- para situar como lateral a Duscher y dar entrada al uruguayo fue inservible a la postre. Nada cambió: todo era ansiedad, precipitación... otro Sevilla. Luis Fabiano, en un alarde de calidad dentro del área, pudo marcar el empate a poco del final, pero Arnau le hizo tan pequeña la portería como su propio equipo se la hizo al Sevilla durante toda una tarde para olvidar.

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