Alegría tras uno de los goles del Sevilla. El Sevilla está decidido a agotar todas sus opciones de disputar la Europa League y lo dejó muy claro este domingo frente al Espanyol, uno de sus rivales directos, que pasó con mucha más pena que gloria por el Sánchez-Pizjuán y se llevó un saco de goles. Los tres puntos sitúan provisionalmente al equipo de Unai Emery en el octavo puesto suficiente en caso de que el TAS no dé la razón al Málaga en su batalla contra la UEFA a la espera de lo que haga este lunes el Getafe ante la Real Sociedad en el Coliseum. Hay un Sevilla en casa y un Sevilla lejos de casa; brillante uno, decepcionante a más no poder el otro. Toda la temporada ha sido así y, por lo visto, continuará siéndolo. En el Sánchez-Pizjuán, este equipo se crece al calor de su afición. Sólo el Atlético ha sido capaz de poner un borrón a su inmaculada racha. Con la de este domingo, son ya siete las victorias en los ocho últimos partidos disputados como local. Real Sociedad y Valencia serán los dos próximos rivales que lo visiten, aunque antes, dentro de una semana, habrá que dar la cara en Málaga para acercarse al séptimo puesto, que está ya a tres puntos y sí da acceso seguro a la Europa League. Mientras tanto, el Sevilla gana crédito. Su partido contra el Espanyol fue de los mejores que ha hecho esta temporada. Implacable en ataque, con tres goles y una de decena de ocasiones claras para marcar, fue también sólido en defensa, concediendo escasas opciones al equipo de Javier Aguirre, casi todas cuando el choque carecía ya de historia. Todo ello con el liderazgo de un futbolista: Jesús Navas. Días después de dejar abiertas las puertas de su futuro, el internacional español demostró que si se lo propone, es una máquina. Dio origen a la jugada del primer gol, asistió con maestría a Coke en la del segundo y volvió loco al conjunto periquito de principio a fin, presionando con las mismas ganas en el minuto 1 que en el 90. Nadie, excepto cometiendo falta, fue capaz de pararle. Sólo el premio de gol se le resiste, aunque para él ganar es un premio incluso más importante que lucirse. Como hace diez años. A la hora de firmar su decimotercer triunfo en Liga al Sevilla le bastaron 22 minutos. Fue el tiempo que necesitó para exprimir su pegada y sentenciar por la vía rápida. Tres ocasiones, tres goles. Hay que retroceder una década para ver una puesta en escena más desequilibrante. Fue en la temporada 2003/04, cuando el Sevilla de Joaquín Caparrós barrió al mismísimo Real Madrid con goles de Helguera (en propia meta), Darío Silva y Daniel Alves. Catorce minutos de auténtica locura. En esta ocasión, el primer gol también fue en propia meta, obra de Capdevila tras cabecear un balón de Jesús Navas (10). Ocho minutos más tarde, el internacional español volvió a hacer daño con un quiebro de artista y un gran pase interior a Coke para que éste anotase el 2-0 de fuerte disparo. Pero no quedó ahí la cosa. Faltaba por marcar Negredo, el pichichi del equipo. Lo hizo en escorzo junto al palo tras enganchar un centro de Rakitic. La primera parte del Sevilla fue perfecta. Salió mentalizado, con las pilas puestas, presionando y con las ideas muy claras. Stuani protagonizó la única llegada clara del Espanyol, inocuo y a merced de los nervionenses. El conjunto barcelonés ni presionó ni pudo nunca con un Sevilla que presentó cinco novedades respecto al partido de Valladolid: Beto, Alberto, Gary Medel, Kondogbia y Perotti. Todos ellos ayudaron a la hora de ganar un partido desequilibrado por Jesús Navas, Rakitic, Perotti muy activo y haciendo daño con sus diagonales y Negredo. Además, el equipo con el portugués bajo palos dejó la portería a cero. Un buen día para decir a todos que el Sevilla no está dispuesto a claudicar y que piensa luchar de verdad por una plaza europea.