El encuentro de ayer entre el Sevilla y el Athletic fue disputado de verdad, en el campo y en los banquillos. El Athletic sorprendió de inicio jugando más por el suelo de lo que los locales preveían. Con tanto sujetar a Llorente se olvidaron los sevillistas de los espacios que ofrecía la defensa detrás de él, y los aprovecharon bien Muniain y Susaeta casi siempre por el centro, más que por el exterior, por donde además esperaba el Sevilla la acometida vasca. Los intentos de alejar los pases laterales no dieron buen resultado en ese primer cuarto de hora.
Pero el Sevilla reaccionó. Le costaba robar la pelota, pero fue creciéndose manteniéndola, gracias al buen hacer de Romaric y Kanouté. Para ello precisó de la ayuda de los jugadores de banda, Konko y Capel. A medida que estos se acercaron a la medular a combinar fueron creciendo las jugadas sevillistas. Ese dinamismo, además, dio sus frutos creando huecos a los que acudir, lo que hizo a la perfección Luis Fabiano explotando los buenos servicios del marfileño.
Mientras mantuvo esta tónica el Sevilla dominó el partido, pero volvió a ponerlo en peligro cuando, con uno menos, volvió a recular y permitió que los balones bombeados fueran más cercanos y llegaran en mejores condiciones al área, donde Llorente no perdona.
