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El Sevilla vuelve a las andadas y dice adiós al efecto Manzano

El equipo de Gregorio Manzano cayó con claridad ante el Sporting (2-0) en El Molinón. Sangoy (m.5) y Diego Castro (m.50) hicieron los goles para el conjunto de Manuel Preciado, que aprovechó el mal juego nervionense y no perdonó.

el 17 oct 2010 / 21:22 h.

Diego Perotti controla el balón ante Lora.

El efecto Manzano -dos victorias en dos partidos y, además, realizando un buen fútbol en el segundo de ellos- brilló por su ausencia en El Molinón. Lejos de ver a ese equipo cuyo juego coreó la afición con olés hace un par de semanas, el Sevilla volvió a las andadas y decepcionó en su primera puesta en escena tras el parón liguero.

Frente a un adversario situado en la zona baja de la tabla, apareció ese Sevilla que, por desgracia, se ha visto con demasiada frecuencia en este inicio de temporada: desorientado, impreciso, menos intenso que el rival, débil en defensa y sin pólvora.

Ni que decir tiene que Manzano acaba de aterrizar y que el efecto que producirá, para bien o mal, su llegada aún está por ver. El nuevo técnico necesita tiempo y, como bien dijo en su presentación, no es el mago de Oz. Trabajo por delante tiene, y mucho.

Seguramente, el jienense no esperaba que su equipo hiciese aguas prácticamente desde la salida al césped. El Sporting sabía cómo hacer daño al Sevilla y lo consiguió, por insistencia, por fe y por mayor calidad a la hora de la verdad. Es más: ni siquiera tuvo que esperar mucho tiempo para lograr su propósito. Apenas había arrancado el encuentro cuando Sangoy cabeceó de forma espectacular un centro de Rivera al segundo palo. En cuestión de un suspiro todos los planes se habían desmoronado.

INSUFICIENTE.  Por primera vez desde la llegada de Manzano, el Sevilla, con tres cambios -Escudé por Cáceres, Alfaro por Capel y Luis Fabiano por Kanouté- respecto al once inicial que jugó ante el Atlético, tuvo que jugar con el marcador en contra. Y se le atragantó como un caramelo. Renato y Romaric sufrieron lo indecible para encontrar huecos e imponerse en su parcela, Luis Fabiano y Negredo desaparecieron en combate, Perotti no desbordó con la facilidad de otros días y Alfaro se estrelló contra el infortunio.

Del onubense fueron las dos únicas ocasiones de gol del Sevilla en toda la primera parte. Primero remató desviado por muy poco dentro del área; luego, vio cómo Juan Pablo evitaba con un paradón que la pelota se colase junto a la cepa del poste. Para colmo, Luis Fabiano se dormía tras recibir un buen pase al corazón del área. Y así... es difícil.

O Fabuloso se diluyó en su continuo pique con el aguerrido Gregory, un buen exponente de la intensidad con que jugó en todo momento el Sporting. El equipo asturiano supo tapar las vías de abastecimiento a los delanteros haciéndose fuerte en el centro del campo. Esta vez, la apuesta por situar a Renato por delante de la zaga y a Romaric por delante del brasileño no tuvo éxito. Duró 54 minutos.

Rivera y Eguren abarcaron mucho campo, Carmelo les echó una mano y De las Cuevas y Diego Castro hicieron daño con su fútbol descarado. Fruto de él llegó el segundo gol, obra del talentoso Diego Castro, que firmó un bello tanto rematando de tacón un centro desde la izquierda cuando sólo habían transcurrido cinco minutos de la segunda parte. Todo un varapalo.

UNA LOSA DEMASIADO PESADA. Manzano movió ficha. Kanouté -por Negredo- y Guarente -por Romaric- salieron apelando a la remontada. Nada más lejos de la realidad. Ni su esfuerzo ni el de sus compañeros se tradujo en goles. El Sporting, además de ser superior en el marcador, lo fue también en entrega y pudo ampliar su renta incluso con cierta facilidad. Tampoco fue solución Lautaro Acosta, sin gol. Y es que difícilmente el Sevilla podía ganar jugando mal y, para colmo, sin tener pólvora.

 

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