El Sevilla ha vuelto a Ucrania tres años y medio después. Tres años y medio después de vivir uno de los más gloriosos momentos de su historia con este país como escenario, aunque más de mil kilómetros al Este de Lviv, donde ahora se encuentra. Fue en Donetsk, allí el equipo nervionense logró el pase a los cuartos de final de aquella Copa de la UEFA de 2007 con un increíble gol de Palop en el descuento que empataba la eliminatoria ante el Shakhtar (2-2), para que luego en la prórroga Ernesto Javier Chevantón metiera a su equipo en la siguiente ronda (2-3). Para el Sevilla, para el sevillista, Ucrania, más allá de su interés geopolítico en la nueva Europa, más allá del territorio de los futuros oleoductos y gaseoductos, más allá de ‘revoluciones naranjas’, es un precioso país, un gratísimo recuerdo decorado en cirílico y coronado con la mejor época de la historia del club.
Y con esta tierra vuelve el Sevilla a reencontrarse con su identidad diluida, con su pasado glorioso y con el respeto perdido. No hace mucho que una visita a esta modesta pero bonita ciudad habría supuesto poco más que una excursión con el premio de los puntos incluido. Pero ahora es diferente. Ahora todo desplazamiento es un ejercicio de supervivencia y una prueba a vida o muerte. En este caso en Europa, porque ante el Karpaty se juega el equipo andaluz, como bien dijo Monchi, depender de sí mismo y no verse obligado a hacer cuentas en las próximas jornadas.
A este Sevilla le faltan muchas cosas de las que tenía aquel que salió triunfador de estas tierras, pero sobre todo, una. Intensidad. Se harta de repetirlo Gregorio Manzano cada vez que puede, salta a la vista cada vez que el conjunto hispalense sale a un terreno de juego ante un rival en teoría inferior. Los futbolistas, el equipo, se acomoda y es incapaz de igualar en pelea a sus rivales.
Y hoy debe recuperar esa intensidad. Porque si algo va a oponer el Karpaty para intentar superar al Sevilla es pelea. En calidad no hay color, pero los ucranianos intentarán llevar el partido a su terreno y por ahí superar a los de Manzano, lograr sus primeros puntos en la competición y de paso dejar al equipo hispalense tan tocado que se quede descolgado en el grupo J, alejado del PSG y del Borussia.
Porque este encuentro es decisivo para el devenir blanquirrojo en la competición. No ganar es sinónimo de obligación de victoria ante el Borussia Dortmund en el Sánchez Pizjuán y ante el PSG en el Parque de los Príncipes de París. Bien haría en llenar el zurrón de los puntos, todos los posibles, antes que llegar a esas citas necesitado.
Cambios. Gregorio Manzano quiere intensidad. Algo parecido a la que tuvo el Sevilla en aquel partido ante el Shakhtar, en el que peleó hasta el descuento del partido por igualar la eliminatoria. Quiere ese espíritu que el equipo ha perdido en los últimos años y que es la única vía para recuperar precisamente la identidad del mejor Sevilla.
Cómo buscarla es la cuestión. En cualquier caso hoy realizará varios cambios en la alineación para intentar dar con la tecla. Por ejemplo, meterá, salvo sorpresa, a dos futbolistas intensos a más no poder, Cáceres y Zokora, uno por línea. Posiblemente también salga de inicio Guarente y puede que Dabo en alguno de los laterales. Esos cambios serán sustanciales, como lo será el regreso de Kanouté al once, con Negredo, se presume, en ataque. Esa es una de las posibles vías, resultado sólo vale uno.