Cofradías

El son añejo de las gaitas de Molviedro

Más o menos todos ya han sobrepasado los 45 años, pero la antigua Agrupación Musical de Jesús Despojado tenía una deuda pendiente: tocar de nuevo para su misterio. Y lo hizo hasta la Catedral de Sevilla y hasta sirvió de acicate para una siempre complicada salida.

el 28 mar 2010 / 17:03 h.

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Una melodía, como una canción de cuna, procedía de la calle Fray Bartolomé de las Casas. Aún ni se había abierto el pequeño portalón de la capilla de Molviedro cuando llegaron Antonio Amodeo y los suyos, los componentes de la antigua Agrupación Musical de Jesús Despojado, que desfilaron con las boinas bien encajadas en las cabezas y las lágrimas en sus ojos, ahogados por los recuerdos de 30 años atrás.

Y, con ellos ya en la plaza de Molviedro, las gaitas y los xilófonos empezaron a sonar como antaño, para dudas de alguno de los costaleros más jóvenes. "Con este ritmo perderemos el paso", comentó uno de ellos, a lo cual fue replicado por una mujer que estaba en el séquito de monaguillos y familiares, que aguardaban en el lateral de la capilla. "Ni se te ocurra perderlo, que esta hermandad no lo ha perdido nunca", le dijo mientras sujetaba un pequeño canasto de chucherías que, a buen seguro, sería de su nieta. Y no lo perdió.

Pero la cuadrilla de costaleros tenía otras preocupaciones más allá del anecdotario. Para empezar, "un guiri", decían los costaleros, aparcó su coche en la calle Bartolomé de las Casas, lo que impedía el paso de la hermandad. A falta de 30 minutos para su salida, aún no había sido retirado y los nervios por esa circunstancia se vieron acrecentados por la incesante bulla que había alrededor de una capilla que puede acoger lo justo para los costaleros. De hecho, los nazarenos se forman en un lateral de la calle Doña Guiomar.

Eso fue resuelto, al igual que la angustia que padecen los hermanos cada año en la casi imposible salida. Los costaleros no sólo se ponen de rodilla, sino que requieren de ayuda de sus compañeros, que salen disparados desde la pequeña puerta lateral para sujetar por donde pueden y prácticamente tirar del paso. Hasta el murmullo de los asistentes, que vieron cómo las potencias del Señor rozaron el dintel de la puerta, daban buena muestra de la dificultad. Una vez fuera, Jesús Despojado de sus Vestiduras se reencontró con las gaitas, los xilófonos y las flautas de sus orígenes y con sus viejos músicos que "tienen una media de 45 años", comenta Amodeo, justo antes de que le brindarán a él y a sus compañeros la primera levantá en la calle. "Va por la gente añeja del barrio", gritan bajo las trabajadera, "que hoy vuelve a cumplir los 18 años".

El corazón les latía con fuerza cuando tocaron La Salve, con gran protagonismo de las gaitas, que enmudecieron a más de uno y alentaron al misterio, que lucía un nuevo broche de oro y, además, un crespón negro en memoria del hermano número 1 de la hermandad, Manuel Ortiz, recientemente fallecido.

Pero la Semana Santa da para cabida a la tristeza y a las alegrías. Y, sin duda, la felicidad estaba en el rincón destinado para los 52 monaguillos de la cofradía. Ángel Oliver, con apenas 22 meses, era uno de esos rostros risueños. Tras pasar sus primeros meses de vida en el hospital por una afección, fue salir de allí y salir de pequeño costalero y ayer se estrenó como monaguillo, repartiendo chupa chups a todos.

El misterio ya se marchaba a lo lejos y llegó la Virgen de los Dolores y Misericordia, que sufrió un año más las estrecheces de la capilla. De rodillas pasaba varal a varal con dificultad y con ayuda externa hasta que salió al completo, algo que sólo se supo cuando los costaleros, al unísono, gritaron "un, dos, tres... ahí está". Y así se entregó al barrio.

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