Cultura

El sueño de ver a la diosa merece 15 horas de cola

Más cien personas pasaron la noche aguardando su entrada. Al alba, se rozó las tres centenas de almas dispuestas a ingresar parte de sus pagas extras en las arcas de Madonna. Y a media mañana, más de medio millar de aficionados se perdían en la lejanía suspirando por alcanzar el mostrador de la tienda Fnac.

el 15 sep 2009 / 09:00 h.

Más cien personas pasaron la noche aguardando su entrada. Al alba, se rozó las tres centenas de almas dispuestas a ingresar parte de sus pagas extras en las arcas de Madonna. Y a media mañana, más de medio millar de aficionados se perdían en la lejanía suspirando por alcanzar el mostrador de la tienda Fnac. Es la cuenta atrás para el histórico concierto que tendrá lugar el 16 de septiembre.

Los inexplicables engranajes que mueven el fenómeno fan se pusieron en marcha cuando se produjo el anuncio de un concierto de Madonna. Desde ese momento los ratones de ordenador se prepararon para la batalla de recargar y recargar una página web (la de la central de ventas). Fue ayer, hora de partida, 10 de la mañana. Para entonces, los más precavidos ya llevaban muchas horas en el frente. Parapetados con una buena dosis de paciencia, 100 personas contemplaron lo hermosa y tranquila que se admira la Avenida de la Constitución de madrugada. Fueron 15 horas de espera.

"¿Que qué hemos hecho?... Pues charlar mucho, repasar toda la discografía de Madonna, jugar al ahorcado...", contaba Elena, una veterinaria por cuyas venas corren los ritmos de la llamada ambición rubia. "La adoro, no tengo palabras para definir lo que siento cada vez que la veo subir a un escenario", dijo refiriéndose a sus voraces visionados de los conciertos que la estrella tiene editados en dvd.

Como nunca llueve a gusto de todos, a Javier, un metalero de Rochelambert, contemplar toda la cola de seres felices en pos de Madonna le despertó tanta urticaria que no pudo reprimirse balbucear algo en contra de la diosa... Rápidamente un aluvión de abucheos se dirigieron hacia el afectado viandante: "Lo siento, lo siento", dijo viniéndose abajo. Luego, a duras penas, pudo confesar que a su reciente ex pareja le chiflaba escuchar Like a virgin mientras se disponía a ciertos menesteres... Y es que, a Madonna, como a todos los grandes artistas, sus seguidores los usan según las circunstancias: "Lo mismo vale para bailar como una loca que para relajarse escuchándola en la playita", afirmaba Consuelo, una adolescente de Valencina que confesó haber sacrificado al cerdito-hucha con tal de reunir los 68 euros de la entrada más económica para la función.

No faltaba entre la parroquia quienes se jactaban de venir de vuelta de todo:"He visto a Madonna doce veces, doce", repetía con insistencia Manolo, ataviado con una camiseta desgastada de la diva y... dos pendientes en rosa fucsia -"comprados en ebay"- con el rostro de la cantante. Mucho caso por allí no le echaban. "Lleva cinco horas diciendo lo mismo", farfullaba su vecina de cola, que, algo descreída, adelantaba en tono agorero que "más pronto o más tarde, el concierto se va a cancelar". "No mientes ruina", le gritó Conchita, que, ni corta ni perezosa, había cogido el coche desde Córdoba para conseguir dos entradas "de las mejores que tengan".

Con la llegada de los periodistas, el público más fiestero de la cola empezó a bullir. Y hasta se alumbraron fusiones, como una versión del tema Music a ritmo de bulerías. "¿Algo habrá que hacer, no miarma?", espetó una de las involucradas en el cuadro flamenco a un señor muy serio que miró la guasa con desdén. Eran las diez y media de la mañana. "Pasen de ocho en ocho por favor", recalcaba en tono eclesial el vigilante de seguridad. "A este paso nos da aquí la hora de comer", dijo alguien. Y tanto que sí. Por la otra puerta los primeros afortunados llamaban por teléfono para comunicar la buena nueva: "Habemus entradas". Cierto picorcillo de envidia recorría el tumulto. "¿Madonna? Uy, ésa es una ligera de cascos ¿no?", concluyó una impertérrita anciana que osó preguntar a la concurrencia. Esta vez sólo hubo sonrisas.

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